lunes, 6 de agosto de 2007

Siete errores capitelis(tas).


a Esteban Moro, in memorian y
con la pena de siempre llegar tarde.




“En la ciudad de Pergamino, provincia de Buenos Aires, República Argentina, a los 25 días del mes de diciembre de 1980, nace en la Maternidad de Los Inocentes, un masculino identificado con el n° 31.875.526, hijo de Susana F.. y H…”.
(Extracto del Acta de nacimiento de Esteban Moro asentada en el Libro XI, pag. 33 y vta, del Registro Civil nº 5 de la ciudad de Pergamino, ante la Secretaria Magdalena Ais.)

Desde el preciso momento de nacer, Esteban, careció de identidad, fue tan sólo una numeración que pasó a engrosar las filas de los destinados a las estadísticas y a desechos globales.
Hijo de poshippies y reprimidos existenciales, hijo de la pobre clase media argentina ignorante que no podían ni con sus restos humanos, sobrevivió lo más posible a fuerza de ausencias, de evasiones, de fármacos, de alcohol, de cocaína.
Lamentablemente perteneció a esa clase social miserable que no es ni económica ni intelectualmente pudiente pero se cree destinada a formar parte de la burguesía nacional. Así se pasan la vida penando por su destino robado, porque siempre existe un responsable de su irrealización, jamás hay una asunción de su incacidad.

Su abuelo, un viejo conservador y puritano.
Su abuela inexistente bajo la autoridad del Hombre de la casa de principios del Siglo XX.
Su madre, la menor de siete hermanos que jamás llegó ha darse cuenta que había crecido, que había tenido un hijo que la reclamaba y que había terminado el amor libre.
Su padre, su eterno hermano, su par, un pelotudo alegre conviviente con el laizze faire.

En sus ratos de intentar ser socialmente adaptados, sus padres, le recordaban sus deberes a cumplir por el solo hecho haber nacido, por evitar el destino de frustrados que ellos cargaban, por responder a la media standart.
Diariamente sentía la culpa de ser, hoy y aquí, a la vez que recibía las palabras que atronaron implacables sobre su informidad y que no tuvieron contemplación con su niñez adolece-nte.
Quizás las palabras no le fueron recitadas como Al-Corán, pero a cada paso dado, la vida social y cotidiana las dejaba discurrir de una manera tan solapada que hacia imposible su identificación y por lo tanto, la utilización del antídoto.
Tras las formas de vida, la escala de valores, la moda y el lenguaje, ocultas tras el confort y las aspiraciones de progreso, anidaban como mandato. Habitaban y habitan en cada uno de nosotros sin la hospitalidad debida, más bien, les somos tolerantes.


Las tan temibles palabras podrían ser sintetizadas en los siguiente términos:

1 – cada instante será útil y productivo,
2 – permanecerás dentro de la manada,
3 – serás formal y cortés,
4 - pagarás por tu vida y por tu muerte,
5 – restringirás los sentimientos a instancias privadas.
6 – cuando no puedas o no sepas te las arreglaras solo,
7 – tu destino está escrito hagas lo que hagas.

Dicho Heptálogo, el del buen ciudadano, el del Buen Hombre (el contradictor del Hombre Nuevo de Guevara), el del buen consumidor, en definitiva el del sujeto adaptado y útil, le perforó el cerebro mientras tuvo razón y no le permitió dormir en paz durante sus 26 años.
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(Hagamos un paréntesis en el relato; miremos a nuestros alrededor, hacia atrás, hacia abajo, levántate de tu cómoda silla y ve hasta la ventana, verás en cada rincón de tu ciudad montones de hombres residuos, montones de Esteban que por ahora sólo atinan a evadirse.
Espera junto a tu ventana o mejor dicho..., sal a la calle, así, aparte de ver, podrás oír y oler las balas, la pólvora, el tolueno, la sangre, la marihuana, el paco. Todo está cerca, a la vuelta de tu esquina.
Espera la noche y veras salir a Los Cazadores, a los Escuadrones de la Muerte, al Gatillo Fácil, a la cínicamente llamada Selección Natural urbana.
Ya no esperes, vuelve a tu computador y en el buscador rastrea…, muros, cercas, alambradas, fosas, diseminadas por todo el mundo, en Buenos Aires y en Barranquilla y en Miraflores y en Veracruz, en los countrys o barrios privado, en la fronteras, en el derecho de admisión, en la discriminación, los límites de nuestras vidas, los no-lugares que nos han sido prohibido.
Ahí están, cortinas a las gentes, bienvenidos los capitales. Ahí están los límites a los residuos del mundo global).
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Volvamos a Esteban.
Varias veces había intentado rescatarse, varias veces había intentado la adaptación, pero sus esfuerzos carecieron de sentido porque no sabía, en caso de hacerlo, hacia donde ir en el nuevo territorio al que pasaría.
O quizás nunca pudo porque la total libertad del hombre pregonada por su padre, lo dejó en bolas en media de la calle. Desnudo, indefenso, en carne viva.
Sin sistema de defensa ni ningún tipo de inmunidad, vagó por donde lo pensemos: fue artesano, delivery, diseñador de modas, mal alumno, costurero, pizzero, corredor de karting para recalar en la construcción.
Como arquitecto les digo que si alguna vez aman a alguien, jamás lo impulsen a trabajar de peón de obra.
Las relaciones básicas y vejaminosas en las que se basa el trabajo de obra, más la falta de respeto e instrucción del medio, reduce a los peones a la condición de escoria.

Ahí, en ese medio social, cayó Esteban para intentar una recuperación de sus adicciones. En el peor lugar para un adicto en recuperación. Incontinente e insultante, donde por lo menos no se respeta el sentido de persona.
Un individuo bonito y golpeado, con su autoestima desarticulada, puesto en el discurso del machote y el pijudo.
Al fin de una de las tantas semanas de trabajo, con esfuerzo de haberla trabajado toda, con sus manos lastimadas por el esfuerzo, con el cuerpo y el espíritu partido y en escombros, tomó su miserable paga y compro cuatro cervezas, una por cada punto cardinal hacia el cual no pudo orientarse, tres metros de cable tipo taller de 3 mm, y el saldo lo uso para marihuana.

Ese día, había decidido romper todas las reglas, absolutamente todas.

Actuar con lo deseaba desde hacía años.

Dicho acto lo vivió como una reivindicación, subversivo, revolucionario, el rol revolucionario del Hombre global que carga contra la norma interiorizada, esas microfísicas de poder que nos expuso Foucault.

En completa soledad de familia, se encerró en su piecita del fondo. Con la esperanza de ser descubierto, no dio llave a la puerta y al ritmo de la cumbia villera comenzó con su ceremonia. Brindó pacientemente por cada destino errado, fumó sin parar.
Cuando su cuerpo ya no tolero tal nivel de clarividencia, ató el cable a los tirantes del techo y se ahorcó.

Quisó romper el último de mandato que le quedaba, cuidar su propia vida y ni siquiera llegó a los 33 años.


Que lástima, esta sociedad termina eliminando a los más débiles, a los más sensibles, repele y ridiculiza a los más pensantes y lúcidos, orienta y acompaña hasta el borde del abismo a los más transgresores, y allí los abandona confiando en las condiciones naturales del acompañado

Qué lástima, creía que este mundo había superado la lógica de la selección natural.

Qué lástima, creía que este mundo había dejado de ser primitivo.

Algunos tenemos la posibilidad de haber sobrevivido a la dolencia provocada POR LAS CRUELES PALABRAS, pero de las cicatrices no escapamos.

Esteban y sus congéneres seguramente no desearon nacer...
en tiempos de modernidad de fines del XX,
en tiempos de liquidez y fluidez hasta de los afectos,
en tiempos no paradigmáticos y de héroes muertos a traición diaria en la estampa de t-shirt de moda,
en tiempos de unipolaridad y sin referencia al otro lado.

Quizás los que tenemos poco más de cuarenta, lamamos nuestras heridas en busca de consuelo.

Un amigo, Ismael, me contó que, allá por el 68, su padre y los jóvenes como Esteban, se paraban en la barricada y a fuerza de adoquinazos, se enfrentaban a las estructuras de poder de una Francia anquilosada, y cantaban:
seamos realistas, pidamos lo imposible,
soñemos un mundo mejor,
lo haremos entre todos,
a desalambrar,
el pueblo unido jamás será vencido,
hasta la victoria siempre, compañero...

pero mirá vos a esos pendejos impertinentes, que en el medio de la calle atentaban contra nuestro “american style of life”.

Seguramente en el 68, Esteban estuviera estado alli.
Pero fue victima de un crudo destiempo, fue victima de vivir un tiempo que no le era el indicado.

Vivió un tiempo de mierda.


Una pregunta final:¿ tienes hijos...?

Posdata
Esteban nunca llegó a leer al Sr. Bauman, nunca pudo sentir el orgullo de ser el Héroe martirizado de “Vidas Desperdiciadas”. Al menos su pena, quizás, no hubiese sido tan cortante. Aunque su papel haya sido el de muerto al nacer.















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