lunes, 19 de noviembre de 2007

"ENTREVISTA A GIANNI VATTIMO" por EL PAIS de España

Pregunta. Las mentiras de los políticos y la verdad de la filosofía. Los unos mienten sobre las armas de destrucción masiva, que deberían haberse encontrado en Irak, mientras el pensamiento filosófico dice "adiós a la verdad", tal como tituló su conferencia. No es un panorama muy alentador...

Respuesta. Me han escandalizado todas esas mentiras que hemos oído sobre las armas de destrucción masiva, pero también me han hecho reflexionar sobre el problema de la verdad. En un momento dado me di cuenta de que podía estar siendo hipócrita, y que si mi escándalo era tan grande se debía a que compartía con una gran mayoría el rechazo a la guerra. Quizá mi actitud hubiera sido diferente si esas mentiras hubieran ayudado a una buena causa. La de repartir, de forma gratuita, medicamentos contra el sida en África, por ejemplo.

P.Quiere decir entonces que, según sean los fines, unas mentiras son peores que otras.

R. Lo que quiero decir es que no hay una única manera de describir objetivamente los hechos y que para acercarse a lo que ocurre pueden servir muchos puntos de vista.

P. Da la impresión de que usted quiere tirar la toalla.

R. Al contrario. Lo único que pretendo explicar es que no hay una verdad objetiva que refleje la realidad en su totalidad. Bush y Blair no nos han dicho toda la verdad; la que nos han contado es la suya. Su interpretación. La verdad tiene más que ver con el lugar que se ocupa en el entramado social que con una descripción precisa de lo que pasa.

P. Entonces, la verdad que al final se impone es la del más fuerte.

R. En los sistemas totalitarios, sin ninguna duda. Pero no ocurre lo mismo en las democracias y, en ese sentido, merece la pena decir que no existe una verdad incuestionable, definitiva, objetiva. Ya no sirve el argumento que afirma, por ejemplo, que la economía de mercado es la mejor, la única, porque es verdadera. Es simplemente una opción más y, como todas, discutible. Decimos que algo es verdadero porque partimos de unos datos previos que nos conducen a defender que eso es así. Es lo que Heidegger llamaba la "apertura" al mundo, el lugar desde donde se ven las cosas y que condiciona las distintas interpretaciones.

P. Si la verdad no existe de manera objetiva, dependerá del que sea más convincente. Y en estos tiempos, seguramente el que tiene más capacidad de convencer sea el que tiene más medios de comunicación a su disposición. Es el caso de Berlusconi.

R. Decía Churchill que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Así que no hay más remedio que luchar democráticamente para mejorar la democracia. Y en ese sentido hubo en Italia batallas por limitar la propiedad de los medios a través de la ley de conflictos de intereses. Pero no prosperó. Ahora bien, ¿ha conseguido Berlusconi su mayoría por su capacidad de controlar los medios? No lo creo. Estamos en un momento en que ya nadie es proletario, todos somos de clase media. Y no existe capacidad de movilización. Lo que hay es conformismo.

P. ¿Cómo se puede trabajar políticamente con ese telón de fondo? Es una pregunta al parlamentario europeo, no al filósofo.

R. Mi único objetivo en el Parlamento europeo es llegar al final de mi mandato sin haber perdido la fe en la democracia. No es nada fácil, uno tiene en todo momento la vieja tentación del leninismo, el afán de resolver las cosas de un plumazo.

P. ¿Cómo ve la situación actual, con el mundo enfangado en la posguerra de Irak?

R. La idea de imponer la democracia con el lenguaje de las bombas es un sueño autoritario que sólo ha podido producirse en un mundo en el que no hay equilibrios de poder y en el que impera una única superpotencia. Puede sonar paradójico, pero durante la guerra fría vivíamos en un escenario mucho más seguro. Tenía un coste muy grande, el de la falta de libertad en las sociedades comunistas. La llegada de la democracia a esos países, sin embargo, no ha significado gran cosa. Han pasado de ser gobernados por un régimen autoritario a depender de un montón de mafias. No hay tantas cárceles, pero hay más hambre. Con una única superpotencia, sólo hace falta disponer de una policía poderosa para arreglar los problemas.

P. ¿Qué retos son entonces los más relevantes en un futuro inmediato?

R. El único camino sensato es el de desarrollar un mundo multipolar, con poderes fuertes que se equilibren mutuamente. Que no sólo exista el dominio total de Estados Unidos, sino que éste se mida con el de otras potencias. Europa y China, por ejemplo. Hay, además, otro elemento que altera la paz internacional, el del terrorismo. Cuando sólo existe un centro de poder, la única manera que queda de enfrentarse a sus excesos es el de la lucha nihilista de los kamikazes. Para enfrentarse a esa lacra es imprescindible que existan focos distintos de poder en el escenario internacional. Si sólo hay una superpotencia, el orden que se impone es un orden policial.

P. Usted ha firmado hace poco un manifiesto contra la violencia de ETA...

R. Fue una invitación de Fernando Savater que acepté, aunque no conozco el problema vasco con todo detalle. Es muy difícil generalizar, pues los conflictos de las distintas autonomías con los poderes centrales son muy diferentes en cada lugar. En Cataluña, por ejemplo, da la impresión de que el estatuto de autonomía ha funcionado bien y que no son enemigos del poder central. Lo que no entiendo es el terrorismo vasco. La espiral de violencia apoyada en el terror sólo puede ayudar a fortalecer al poder central. Combatir esas formas de violencia con más violencia tampoco tiene sentido. En el caso italiano, la lucha contra las Brigadas Rojas se llevó a cabo gracias a una legislación muy fuerte, que supuso una merma de libertades para el resto de los italianos, pero que al final fue eficaz.

P. ¿Cómo combatir a un régimen demasiado fuerte si se renuncia a la violencia?

R. Hay que buscar nuevas fórmulas para enfrentarse a los poderes actuales. La sociedad está, además, desmovilizada. El mismo instrumento de la huelga es ya un anacronismo. Volvemos a lo de antes, al conformismo de un amplia clase media que no va más allá de sus intereses más inmediatos. Y al dominio de la televisión. Tenemos que tener más imaginación.

P. Imaginación y recursos. Si la gente no sabe lo que pasa, no interviene.

R. Antes, la política se hacía de casa en casa repartiendo octavillas, y no desde los espacios privilegiados de la televisión. Hay una anécdota de un relato de ciencia- ficción, creo que de La guerra de los mundos, que es muy pertinente en este sentido. El que finalmente ganaba era el que todavía sabía calcular con los dedos. El que no necesitaba de ningún artilugio mecánico. En estos momentos es imprescindible en política recuperar la comunicación directa porque los medios están corrompidos. Es necesario ir de casa en casa y, a ser posible, con la imaginación, el entusiasmo y la libertad de los viejos anarquistas.
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