viernes, 29 de febrero de 2008

"MINIMANIFIESTO PARA UN ANARQUISMO LÚDICO" por Insumiseria

Vivimos un insatisfactorio estado de nihilismo, negados diariamente deseos y aspiraciones al sacrificarnos trabajando, vendiendo nuestro precioso tiempo, único e irrepetible, relegando y olvidando al fin aquello que nos podría hacer felices. Disponer de nuestro tiempo, libre y para hacer lo que mejor nos venga en gana. Negamos nuestra existencia, nuestra individualidad, al colocarnos en situación de aislamiento, esclavitud, idiotez. Transcurrimos horas muertas mirando el sol por la ventana, apreciando la naturaleza a través de pantallas, manteniendo encuentros impersonales, encerrados y alejados de nuestros seres queridos, apreciados, alejados de nosotros mismos. Sin posibilidad de encontrarnos al agotarse nuestras energías y mejores momentos del día. Contando los segundos para terminar con las extenuantes ocupaciones y disfrutar del ocio reparador, creativo. Pero el ocio que obtenemos significa un momento de consumo de bienes y servicios, absurdos, inútiles.
Suprimimos nuestros cuerpos, relegamos nuestras pasiones, minimizamos el placer, consumimos fingidos orgasmos, cuerpos travestidos, dulces drogas pesadas.
Nos negamos la posibilidad de soñar, de ser creadores, poetas, artistas, o tan solo jóvenes, todo eso nos suena inseguro, ingenuo, nos obsesiona la seguridad, la estabilidad, lo que no entra en esos parámetros nos asusta, nos escandaliza, pues no entran en las reglas de éxito social.
El sacrificio, el sufrimiento, están presentes en nuestra vida diaria, impuesta como dogma, regla del buen ciudadano, del buen patriota, del buen vecino, amigo, alumno, feligrés, esposo, amante, hijo, contribuyente, militante.
Nos sacrificamos a diario en los altares del estado y del capital. Ofrendamos el presente a cambio de un lugar en la sociedad. Desde niños somos entrenados para competir y sobresalir sobre los demás.
Nos califican, nos observan, para premiarnos o castigarnos según el grado de compromiso que demostremos con el adoctrinamiento al que llaman educación, de acuerdo con el entusiasmo que demostremos en cumplir sus objetivos. Vigilados constantemente por capataces, supervisores, perseguimos como meta, convertirnos nosotros mismos en capataces y aliviar nuestra carga de trabajo para controlar a los demás.
Siendo el trabajo, la educación, la religión, la política, la diversión, el entretenimiento la más completa y absurda alienación; las energías, ideas y prácticas tendientes a su abolición, no deben suponer y transitar el mismo camino de sacrificio y alienación en que ellos nos sumergen.
Si pretendemos liberarnos, debemos eliminar para siempre de nuestras vidas todo vestigio de obediencia, disciplina, sacrificio, sufrimiento; valores siempre proclamados y ensalzados por los traficantes de ideologías, mercaderes de la fe, filántropos de fin de semana, aspirantes a funcionarios gubernamentales y rebeldes de ocasión, todos ellos fetichistas del poder.
Terminar con esta falsedad, que llamamos vida, debe ser nuestra alegre obra impregnada de acciones y prácticas espontáneas, alegres, dionisíacas, lúdicas.
Sólo acciones placenteras, anarquistas, insumisas, rompen la lógica de subordinación que defienden los paladines del orden, situados a derecha o a izquierda, que muchas veces comparten los mismos espacios de lucha en los que nos encontramos, son profetas de libertades mutiladas, pregoneros de sus futuros puestos de privilegio, como administradores de la energía revolucionaria y creadora de sus compañeros.
Jamás recuperaremos nuestras vidas dentro de sus esquemas, recetas escatológicas de fraseología escolástica con aires de ciencia, profecías de nuevas dictaduras, de vanguardias, partido único, cárceles del pueblo y muy lejanos paraísos, alcanzados luego de habernos sometido a inhumanas humillaciones en nombre de sus ideales de supuesta justicia selectiva.
La poesía de la acción directa autónoma lúdica, llena de ironía y humor, afirma la realidad de la vida, no se compromete con ninguna estructura de poder, ni crea nuevas formas de dominación.
No pretende mártires, tan caros a las religiones cristianas y a la izquierda autoritaria, como modelos a imitar por sus devotos. Son el modelo del sacrificio del individuo por el dios, por la patria, por la revolución, por el partido, por la clase, por la causa. La inmolación del individuo en nombre de la alguna abstracción, por muy bella que se pretenda. Es la verdad religiosa o la moderna verdad secularizada, la razón de estado, impuesta al individuo, prescindible para ella. Lo supuestamente verdadero y eterno frente a lo contingente, lo frágil, lo mortal.
Hay que tener una enorme, obstinada e increíble fe en el futuro, para ser tan cínicos en el presente.
Saboteemos esta maquinaria que nos fagocita a diario, desde cualquier lugar que ocupemos en ella, perdamos el respeto a los representantes de su pretendida autoridad, escandalicemos a los puritanos profanando la verdad que sostiene la farsa, eliminemos los guardianes del orden, empezando por el policía que llevamos dentro. Desterremos para siempre la autorepresión que paraliza la voluntad y la encausa en la monotonía. Desbordemos los límites de la realidad con acciones imaginativas, provocativas y perturbadoras, de desobediencia civil que desafíen la castradora autoridad.
Este Gran Juego está destinado a la exaltación y catarsis de la vida, sea esta individual o colectiva, Juego que sólo a los individuos corresponde decidir sobre la forma de llevar a cabo, con entera libertad.
El sueño de una revolución que cambie el mundo es hermoso, pero mientras tanto el tiempo se consume y nos perdemos la alegría de estar vivos, primero nuestra vida, sin amos, sin roles, sin obligaciones, convertida en una la bella insurrección.
La única causa válida es la vida porque no exige el sacrificio personal, solo exige ser vivida libre, desbordante, intensa, placentera y arrogante.


¡Hasta la victoria siempre, patria o exilio!

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