viernes, 29 de febrero de 2008

"SOLEDAD ROSAS" por Mariana Enriquez y Massimo Eseverri

La chica que se fue turista y se convirtió en líder antisistema ganó lugar en los medios porque su historia es increíble, porque un suicidio siempre impacta y ¿porque se convertirá en icono rebelde para posters y remeras? Esa es la cuestión: opinan los jóvenes anarquistas argentinos, puntualizando diferencias y buscando una explicación para el fenómeno mediático-político que ha provocado esta otra Sole.




Hasta hace dos semanas, pocos sabían que existen personas que toman casas, que se hacen llamar “okupas” y que son parte de un movimiento que reivindica la propiedad como un derecho básico, desde hace más de 20 años. Y todo gracias al suicidio de María Soledad Rosas, una chica de 24 años, squatter y argentina que convulsionó a Italia, donde miles de manifestantes y compañeros protestaron por su encarcelamiento y luego le rindieron homenaje a su memoria. Las fotos de la chica rapada haciendo “fuck you” con sus manos esposadas y escoltada por carabinieri en las escaleras del Palacio de Justicia de Turín recorrieron el mundo.

En la Argentina, la cobertura de los medios fue exhaustiva y crece la sensación de que la expresión rebelde de María Soledad podría lucir bien en remeras o ser tema de futuras canciones. Porque su historia es ideal para el mito: una suerte de love story revolucionaria de fin de siglo, una hermosa casa tomada en Turín que alguna vez fue una morgue, una chica de clase media estudiante de hotelería en una universidad privada que en menos de tres meses se entrega a una causa, vive en comunidad y sigue una rigurosa dieta vegetariana de acuerdo a sus principios ecologistas. Y, por supuesto, el final trágico: la cárcel y el suicidio en una habitación solitaria, tres meses después de que su novio Edoardo, de 38 años, hiciera lo mismo en una prisión de alta seguridad. Perfecto.

El caso de María Soledad fue así promocionado como el “suicidio de una líder anarquista”, en una turbia y bastante poco seria asociación entre el movimiento libertario y los squatters. Pero una cosa no es condición necesaria para que exista la otra, y la okupación sería sólo un método que en algunos casos puede elegir (o no) una tendencia anarquista. En el país existen muchos grupos anarquistas y pocas okupaciones en el sentido europeo (donde es uno de los principales movimientos antagonistas al Estado). Varios de ellos se nuclean en la Biblioteca José Ingenieros (Villa Crespo) y en la Federación Libertaria Argentina (Constitución). Ellos tienen la palabra.

Hernán, que tiene 24 años, se ocupa del archivo de la José Ingenieros. Explica que “acá el ocupa no es el okupa con K como en Europa: no hay toda la carga ideológica o cultural de por medio, sino que las acciones se hacen por una necesidad concreta y urgente, la carencia de techo”. El militante recuerda el caso español, donde “se buscaba que las casas a ocupar fueran del Opus Dei o del Ayuntamiento o de la Iglesia. Cuando se venía el desalojo, los okupas no sólo defendían el espacio que estaban autogestionando, sino que también evidenciaban las contradicciones del sistema: el gobierno (o la Iglesia) prefería tener un espacio muerto antes que brindarlo a la comunidad. Así, okupar era también una forma de hacer política y difundirla. Otros pueden hacerlo a través de una manifestación o de un periódico. A pesar de que ya fue reventado por los medios, el caso de Rosario es paradigmático. Esos chicos le están metiendo vida a un lugar muerto”. Los jóvenes anarquistas que se juntan en la Federación Libertaria tienen una edad promedio de 20 años (uno de los más jóvenes, Ernesto, tiene 17) y creen que el tema de okupar o no tiene que ver con diferentes formas de entender el anarquismo. “Los de Rosario”, explica Maximiliano, estudiante de filosofía de 21 años, “creo que no son anarquistas. Es un galpón tomado por vegetarianos, un proyecto más artístico. No lo vemos mal porque no creemos que tengamos la verdad: la concepción de la libertad es la misma, pero nuestros medios son distintos. Nosotros somos revolucionarios, creemos que el cambio social debe ser la revolución. Ellos van más por la mano de espacios alternativos dentro del ámbito cultural, aunque no estoy muy seguro porque apenas nos contactamos. El grupo del que formamos parte es de inserción, pretende incidir en la sociedad para la revolución, lo nuestro es comunismo anárquico. Los squatters no son todos anarquistas”. Ernesto, el más chico, agrega que “no nos quedamos en eso de que no corten el arbolito. Trabajamos en barrios,facultades, sindicatos, con una formación horizontal, tratando de incidir. Y no queremos caer en el clientelismo o la solidaridad, ni tampoco en la vanguardia. Todo lo que hacemos en los barrios es algo que sale de la gente que vive ahí, algo espontáneo”.

La gente de la José Ingenieros recuerda okupaciones en la zona de Bernal y otros lugares, casi todas caídas por cuestiones internas. Aún funciona el Centro Cultural La Fábrica (en la zona de Once), en donde hasta hace poco estaba la Juventud de la Resistencia y que incluso en un momento fue ocupado por Quebracho. “Vos te vas a San Telmo, por ejemplo, o San Cristóbal, y hay un montón de casas ocupadas. El movimiento Okupa europeo apunta más a liberar zonas donde recrear una cultura, una filosofía de vida, una ideología”, precisan. Respecto de la ola que se levantó por el suicidio de Soledad, Hernán cree que “tanto fanzín y tanto periódico que llega de Europa que habla sobre el tema termina despertando acá el entusiasmo para hacer una okupación, pero aún sin la misma intensidad. En España, por ejemplo, a pesar de la reciente ola represiva, el tema sigue latente. La gran diferencia que no se puede olvidar es la diferencia en la legislación europea y nacional, y cuánto dominan de ella los ocupantes. Acá es una causa penal, mientras que en varios lugares de Europa es una causa civil. Tampoco hay acá una integración con el barrio, la gente no está acostumbrada a convivir con un squatt”.

El grupo de anarquistas que se junta en la FLA se enteró del arresto y el suicidio de María Soledad por los medios. “Sabíamos que había okupas, en Europa está lleno de casos: en Italia hay 200 presos squatters”, comenta Maximiliano. “Pero acá salió el tema porque Soledad era argentina, además de la historia con su compañero. No creo que esto sirva para que se conozca más el anarquismo. Ya va a pasar”. Karina, otra de las militantes, ve con cierta indiferencia la posibilidad de que “La Sole” sea carne de remera. “Una onda La reina de los squatters... no sé, el tema de los iconos no nos gusta. No me llega”. Les recuerda al Che Guevara, dicen. Y Ernesto sugiere que “sería bueno que fuera como un acto de protesta, de rebeldía, pero yo me preocuparía por la gente condenada a muerte, por los presos políticos. Lo que pasa es que se confunde todo. Los medios ponen líder anarquista, que es cualquiera. Un compañero nuestro que esta allá nos dijo que en Italia no tuvo tanta repercusión. Es algo de todos los días”. Roberto Guilera es uno de los anarquistas “grandes” que trabaja en la Biblioteca de la Federación y no le parece que sea para tanto. Cree que “se está haciendo demasiado alboroto por un grupo juvenil que ocupa casas, cuando al mismo tiempo se hacen medicamentos que matan gente, hay problemas de contaminación, y todo eso, que es mucho peor en dimensión, pasa como pasan todas las noticias. Es cruel la forma en que se toman estos temas, está lleno de sensacionalismo”. Y según su manera de ver las cosas: “Que se ocupe una casa no hace temblar la sociedad, que se dejen de joder”.



Soledad

La protesta se ejerce ante la sociedad, frente a todos aquellos en condiciones de escuchar un mensaje o ponderar una actitud. Es un gesto dirigido al espacio público. Supone un auditorio. Todas las consecuencias que se produzcan con posterioridad forman parte del acto originario. Hoy en día, la protesta no puede obviar los medios de comunicación. La resonancia mediática contribuye a generar reacciones de condescendencia y sentimentalismo por parte de muchos que no se conmoverían por otros acontecimientos. La imagen joven, tierna e inocente que muere en un trance de amor y libertad es capturada por la misma maquinaria de producción y circulación que prospera con Titanic. En la Argentina se suma cierta predilección morbosa por la muerte, que es tradición nuestra.

¿Qué sucedió en realidad? El espíritu contestatario no convoca a la técnica judicial para establecer las pruebas y los detalles. Sabe que el aparato del Estado, los dueños de las cosas y de las personas, y las leyes al servicio de todos ellos son inapelables de cualquier manera. Y la protesta se dirigía precisamente contra todos ellos, de modo que, producidas las consecuencias, sólo cabe recordar la fuente del mal, y no pedir justicia a quien la contradice en su esencia. La protesta se dirigía contra la imposibilidad de hablar en una sociedad que no hace otra cosa que hablar sin decir nada. Se dirigía contra las imposiciones de la técnica, frente a las cuales se presume imposible otra cosa que aguardar suplicantes como esclavos cada nuevo obsequio.

La “muerte de un anarquista” es accidental finalmente siempre, porque se la asume como riesgo desde que se decide protestar. Cómo y qué suceda depende ya de la suerte y de otras circunstancias secundarias frente a la prevalecencia del poder.

Lo que dicen los anarquistas es: protestar puede no tener éxito, pero es posible, es necesario, no vale la pena vivir de otra manera. Para los argentinos, para la propia Soledad, lo acontecido tiene también otra cara relacionada con la conversión intensa y vertiginosa que sufrió esa chica. En pocos meses pasó del primer mundo que alucina nuestra acomodada clase media, ese confort apoyado sobre cadáveres, pretencioso, módico y mezquino, al primer mundo real. La historia de Soledad expresa el tedio y la chatura que experimenta una juventud carente de ideales y de verdad, engendrada por una sociedad culpable que no puede hacerse cargo de un pasado sangriento. A Soledad se le abrieron los ojos acerca de un modelo impuesto entre nosotros sobre todo en lo que tiene de brutal. Se entregó de lleno a una mirada que desnuda desde atrás lo que para nuestra vida cotidiana se presenta desde la vidriera multicolor de los triunfos de la técnica y las delicias del consumo. ¡Qué pena que le haya costado la vida!


El origen de las okupaciones

Breve historia


Como lo explican los textos fundacionales de los creadores de los squatts (traducidos a diez idiomas luego del Congreso Internacional de Squatters en Hamburgo en diciembre de 1990), buscar un origen de las okupaciones puede llevar a décadas antes de la Revolución Francesa, y más atrás inclusive. La intención político-social de tales acciones (más importantes que la ocupación misma) tiene sus albores en las comunidades de provincia autogestionadas y solidarias que enfrentaron al desarrollo comercial y policial del Estado, unos diez o veinte años antes de la Revolución de 1789.

Las paradas de la historia squatter se ubican en los momentos ilustres del comunismo y el anarquismo (la liberación de espacios comunales, la abolición de derechos de privilegio), siempre arruinados por algunos revolucionarios que terminaban reimplantando las herramientas del poder centralizado (los impuestos, la policía y el dinero). Así es como al fin del feudalismo le sigue el Terror de la República, a la Comuna de París (un sistema creado por anarquistas y comunistas) la represión y la construcción de una nueva ciudad antidisturbios y a la Revolución Rusa de 1917, el totalitarismo del PC. Todos parecen concordar en que uno de los momentos en que más cerca se estuvo de un ideal libre sucedió antes de la Guerra Civil Española, cuando se logró colectivizar ciudades enteras. Lograr la independencia con respecto al Estado, vivir en un lugar que rompa el aislamiento y permita el intercambio sin dinero, la expresión o la lucha ecológica son metas permanentes de un ideal libertario. Los métodos para lograrlo (el uso o no de la violencia, qué y cuánto usar del sistema que nos rodea), en cambio, no parecen estar tan consensuados.

Frente a un fenómeno con más de tres décadas en Europa (que permite adivinar algún contacto con las comunidades hippies), en la Argentina existen innumerables asentamientos aunque pocos se han embanderado con el pabellón okupa. El caso de los galpones ferroviarios de Wheelright y España (Rosario) o el Centro Cultural Germinal en 7 y 43 (La Plata) son los que más se identifican con el movimiento, aunque también existen otros como los del Abasto (relacionados hasta el hartazgo con grupos políticos de izquierda), un bar y centro cultural en Costanera Sur o la casa ubicada en 69 y 1 (también en La Plata), donde vivía y ensayaba la banda liderada por Miguel Bru.



Resumen de los hechos

Quienes y por qué?

Esta historia de María Soledad Rosas, Edoardo Massaro y los arrestos a anarquistas en Italia empieza, en realidad, el 17 de septiembre de 1996: 300 carabinieri (la policía italiana) comenzaron un largo raid para encarcelar a casi todos los libertarios del país. Las órdenes provenían del juez Antonio Marini y los fiscales Ionta y Vigna, quienes pretendían asociar a los anarquistas y a los okupas o squatters (no todos son necesariamente libertarios) con una organización paramilitar ecoterrorista que se llaman Lobos Grises y que, según los squatters de Turín, ni siquiera existe. Los cargos a los detenidos (no se sabe exactamente cuántos cayeron aquella vez) van desde la asociación subversiva hasta asesinato y venta de armas: según el juez, muchos squatters serían encubridores de los grupos armados. Una de las principales acusaciones fue el sabotaje al TAV, un tren de alta velocidad de la compañía Val Sussa en 1996, además de atentados a varios canales de televisión.

María Soledad llegó a Italia en julio de 1997, en un viaje que le regalaron sus padres como premio por terminar la facultad, en donde cursó la carrera de hotelería. Era ecologista, vegetariana (incluso no comía derivados animales, ni leche ni queso, y practicaba urinoterapia, es decir, se tomaba su propio pis para purificarse), no usaba materiales plásticos ni aerosoles. En el norte de Italia conoció a Edoardo Massaro, “Baleno”, que le llevaba 11 años y ya vivía como squatter en Turín. Se enamoraron y juntos viajaron a España. Después de Navidad y de vuelta a la capital piamontesa, se instalaron en un “palazzo” abandonado. En ese barrio también funciona Radio Blackout, una emisora libre que se autoproclama defensora de “las ocupaciones, los centros sociales, las radios libres, el antiprohibicionismo, la nueva tecnología, las raves, los transexuales, los movimientos de liberación, las editoriales independientes, la buena cocina, la autogestión, los indios, la antipsiquiatría, los estados alterados, etc.” (el e-mail es blackout@ecn.org«MDNM»). Para entender la onda basta con echar un vistazo a la programación: un programa se llama “Ya basta”, y fundamentalmente se dedica a Chiapas y el EZLN, “TDK” pasa punk, ska, rap, reggae y raggamuffin, “Tuttosquat” es el programa de noticias de los okupas de Italia, “Crack” es de “confrontación antiimperialista”, y así también hay espacios para el jungle, los gays, los estudiantes y la música extrema. También transmitía desde allí el Comité de Defensa Anarquista en Italia, individuos que se ocupan de los militantes perseguidos y encarcelados: básicamente les conseguían abogados, recibían cartas, les prestaban plata y les mandaban libros. En este momento el Comité ha dejado de funcionar.

Ahí vivió Soledad hasta el 6 de marzo, cuando dos cuerpos especiales de carabinieri irrumpieron en los squatts buscando a Edoardo y Silvano Pelliseri, un amigo. Los arrestaron acusándolos del atentado al tren, y se la llevaron a ella también (en Italia, para hacer un allanamiento tiene que haber por lo menos tres personas en la casa). Al otro día, hubo una manifestación y disturbios en la calle, con más de 20 detenidos. Se retomaron los squatts y los okupas festejaron toda la noche.

Soledad ni siquiera estaba en Italia en el momento del atentado al tren y no parece haber pruebas concluyentes de que Silvano y Edoardo pertenecieran a un grupo armado. Según los okupas, se trataba de buscar un chivo expiatorio después de dos años de investigaciones infructuosas, y a esto han contribuido los medios masivos italianos que enseguida los bautizaron “ecoterroristas”. La noche del 29 de marzo, Baleno se suicidó en la cárcel. El 2 de abril se hizo el funeral: a través de la radio se le pidió a los medios y a la policía que no aparezcan. No hicieron caso y un periodista terminó herido. El 4 de abril, 8000 manifestantes apedrearon el Palacio de Justicia de Turín. Después del suicidio de Baleno, a Soledad se le concedió el arresto domiciliario en Benevagenna, en la comunidad terapéutica Bajo Los Puentes de Piamonte. Allí la visitó su hermana MaríaGabriela y su mamá Marta. La noche entre el 10 y el 11 de julio Soledad se suicidó, ahorcándose con una sábana. Silvano está detenido en la prisión de alta seguridad de Novara, donde cumple una huelga de hambre y sed para que se le conceda el arresto domiciliario, o al menos se lo informe de la fecha del juicio. El supuesto arsenal que se encontraba en la casa ocupada de Turín nunca fue mostrado al público. El jueves pasado, cuando las cenizas de María Soledad salieron de Italia, miles de manifestantes se acercaron al aeropuerto y allí hicieron 42 minutos de silencio. Los restos de la Sole son considerados por el Estado italiano como de “alto riesgo”. Tienen miedo a las represalias y/o acciones de sus compañeros.


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LA CARTA
Apenas conoció la noticia de la muerte de su compañero Eduardo, Soledad escribió esta carta que hoy se puede encontrar en Internet, en el sitio de la Comisión de Defensa Anarquista.

Compañeros y compañeras: La rabia me domina en este momento. Siempre he pensado que cada uno es responsable por sus actos, pero esta vez hay culpables y los quiero mencionar en voz alta, son aquellos que mataron a Edo: el Estado, los jueces, los abogados, la prensa, el T.A.V., la policía, las leyes, las reglas y toda la sociedad de esclavos que acepta este sistema.

Siempre luchamos contra esta dominación y es por ello que hemos terminado en la cárcel. La cárcel es un lugar de tortura física y psíquica, aquí no se dispone de absolutamente nada, no se puede decidir a qué hora levantarse, qué comer, ni con quién hablar, ni con quién encontrarse, ni a qué hora ver el sol. Para todo hace falta hacer una “solicitud”, hasta para leer un libro. Ruido de llaves y cerraduras que se abren y se cierran, voces que no dicen nada, voces cuyo eco se escuchan en los pasillos fríos, zapatos de goma que no hacen ruido y una linterna que en los momentos menos pensados está ahí para controlar tu sueño, correo controlado, la palabra prohibida. Todo un caos, todo un infierno, todo la muerte.

Así es como te matan día a día, despacio pero seguro para hacerte sentir más dolor. Por eso Edo ha decidido terminar abruptamente con este dolor infernal. Al menos él se permitió tener un último gesto de mínima libertad, de decidir él mismo cuándo terminar con esta tortura.

Entre tanto, me castigan a mí y me ponen en incomunicación. Eso significa no sólo no ver a nadie sino tampoco recibir ningún tipo de información, no tener una frazada para taparse. Ellos tienen miedo de que yo me suicide. El mío es un aislamiento cautelar, lo hacen para “salvaguardarme”, y así no tener que asumir la responsabilidad si yo decidiera también ponerle fin a esta tortura.

No me dejan llorar en paz, no me dejan tener un último encuentro con mi Baleno. Veinticuatro horas al día, un agente me custodia a cinco metros de distancia.

Después de lo que pasó, los políticos del partido verde que vinieron para darme su pésame y para tranquilizarme no se les ocurrió nada mejor que decirme que “ahora seguramente todo se va a resolver más rápido, ahora todos van a seguir con más atención el proceso y pronto te darán arresto domiciliario”.Después de este discurso me quedé sin palabras, estaba sorprendida, pero pude preguntarles si se necesita de la muerte de una persona para conmover a un pedazo de mierda, en este caso el juez.

Insisto, en la cárcel ya mataron a otros y hoy mataron a Edo, estos terroristas con licencia para matar.

Voy a buscar la fuerza de alguna parte, no sé de dónde, sinceramente ya no tengo ganas pero tengo que seguir, lo hago por mi dignidad y en nombre de Edo. Lo único que me tranquiliza es saber que Edo ya no sufre más. Protesto, protesto con mucha rabia y mucho dolor.

Sole

P.D.: Si el hecho de encarcelar a una persona es un castigo, entonces a mi ya me castigaron con el asesinato de Edo. Hoy empecé la huelga de hambre. Quiero mi libertad y la destrucción de toda esta institución carcelaria. La condena la voy a pagar todos los días de mi vida.

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