viernes, 28 de marzo de 2008

"CUERPOS 5" por Darío Yancán


Crónica de la eutanasia en la cultura occidental



Gregorio de Jesús Vázquez Cruz.

Introducción
Para poder hablar de Derecho a la Vida y la Eutanasia, primero habría que definirse por lo menos las dos nociones : Eutanasia y Derecho a la Vida, por la primera se encuentran definiciones como las que veremos a continuación :

Algunos autores ven que el concepto o la noción de Eutanasia es demasiado ambigua, lo que puede llevarnos a entender cosas muy diferentes y hasta contrarias. Vamos a referirnos a ella :

Un uso normatizado : "Muerte sin sufrimiento físico" o "la que se provoca voluntariamente"

Otro uso es el Fáctico "muerte sin dolor" o "muerte en estado de gracia"

Como significado etimológico. O el de "Lucha contra el sufrimiento a cualquier precio". Supresión de la vida en un enfermo incurable, sea a petición propia o de su familia, el médico o el estado ; decisión de abstenerse de medios extraordinarios, considerados desproporcionados en la fase terminal y vistos como "encarnizamiento terapéutico". ;

En el mundo grecorromano, era "morir bueno" Derecho a la propia muerte, con el significado de muerte apropiada , que otros llaman muerte digna.

Ante esta disparidad de significados, hay que ver la historia del vocablo, mirando los significados que a lo largo del tiempo ha tenido: En el mundo grecorromano es "morir bueno", morir bien, el que ha muerto bien. Pero estos tres términos han recibido diversos significados a lo largo de la historia, miremos primero el hecho de tener un "morir bueno" (sin dolor):

En el mundo grecorromano, ésto significa el morir bien, sin dolor, no tiene en cuenta la ayuda al morir. , Cicerón le da significado a la palabra como "muerte digna, honesta y gloriosa".

En la Historia Griega, Hipócrates (S. V a.C.) en su juramento afirma que no dará medicamento mortal por más que se lo soliciten. Platón, (427-337 a.C.) dice lo contrario en la república : "Se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo".

En los Romanos, la práctica es múltiple : Muerte sin dolor por miedo a afrontar conscientemente el sufrimiento y la propia destrucción (Tácito en sus Anales)

Los Estoicos, (Séneca, Epícteto y Marco Aurelio) ven la Eutanasia así : Séneca : "Es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento". Epícteto predica la muerte como una afirmación de la libre voluntad.

Para efectos prácticos se toma como definición de Eutanasia la siguiente: Un derecho del paciente a decidir la forma y el momento de su muerte., esto dentro de una definición corta, pero que busca como único fin el librar a una persona de sus intensos sufrimientos, de una agonía inmisericorde que padece como resultado de una enfermedad grave e incurable (por ejemplo algunos tipos de cáncer o un SIDA). Dicha enfermedad o estado debe haber sido diagnosticado suficientemente, de manera que su característica de irreversibilidad, sea tal, que se determine la muerte como algo inevitable. Dentro de la misma definición, el concepto de paciente, como el del ser humano que padece algo, puede ser un sufrimiento físico. Sin referirnos al sufrimiento moral o psicológico exclusivamente, aunque por esto, no se descarta que el sufrimiento físico le pueda provocar un sufrimiento como los enunciados anteriormente. De esto, pienso que la eutanasia si puede ser un derecho pero bajo ciertas condiciones, aunque como veremos a lo largo de esta trabajo, tiene sus puntos a favor y en contra, además de las implicaciones morales y legales que trataremos de vislumbrar en este ensayo.



Definición del término eutanasia
La palabra eutanasia viene del griego, así : eu = bueno, thanatos = muerte. "Buena muerte" término que ha evolucionado y actualmente hace referencia al acto de acabar con la vida de otra persona, a petición suya, con el fin de minimizar su sufrimiento.

El suicidio asistido se puede hacer de dos maneras:

1. Por acción directa del médico.

2. Por orientaciones e indicaciones del médico, mediante las aplicaciones de drogas o gases mortales.

Esta última hace tan responsable al médico, como cuando se manda una droga para curar al paciente. Se inventarán multitud de fórmulas, y máquinas de la muerte. Se han hecho folletos de cómo producir la muerte. Posiblemente quedará en la conciencia de cada cual, si procede o no.

Pertenecemos a una sociedad, a una familia y nuestras decisiones afectarán siempre a otros. La autonomía absoluta afectará la integridad propia y la de otros seres. La autonomía de cada uno podrá tropezar con la autonomía del otro. Cuando un paciente pide que se termine con su vida, tiene que contar con la autonomía y la conciencia moral de su médico y de sus seres queridos. No es sólo establecer un reglamento o unas condiciones para permitir este acto.

Existe una condena casi unánime a la llamada eutanasia activa, o sea, propiciar la muerte de alguien aplicándole alguna sustancia para acabar con su vida.

Una profunda investigación sobre la eutanasia, uno de los dilemas históricos más discutidos de la medicina. Médicos, religiosos, abogados y familiares de enfermos terminales, dejan su testimonio sobre el tema. La mayoría admite la eutanasia pasiva, es decir, evitar prolongar la vida de un paciente por medios mecánicos cuando se sabe que aquel ya no tiene posibilidades de vivir.

Etimológicamente, eutanasia significa muerte dulce o sin sufrimiento físico. Pero hoy se la entiende como el fallecimiento provocado voluntariamente a una persona que ya no puede soportar los dolores de una enfermedad terminal y que no tiene ninguna esperanza de vida, convirtiéndose en una pesada carga para sí misma y para su familia, en lo espiritual, psicológio y hasta económico.

La eutanasia constituye un desafío desde el punto de vista ético y también desde lo legal. Algunos enfermos desahuciados piden que los dejen morir con dignidad para que se acaben sus sufrimientos. Ahí se presenta todo un dilema para los médicos y familiares, quienes deben adoptar una decisión final.

Un nombre importante en la historia de la eutanasia es Nietzsche, que consideraba debía aplicarse tal práctica a los "parásitos de la sociedad, a los enfermos que vegetan perezosamente". El influjo de Nietzsche será muy relevante en el nazismo, tanto en el tema de la eutanasia como en otros. También influirá la famosa obra de K. Binding y A. Hoche, en la que se define la aplicación de la eutanasia a los enfermos incurables. Son los que difundirán el concepto de "vida sin valor".

Es indudable, que el primordial derecho que puede asistir hoy a todo ser humano es el de la vida, pero cuando se ve afectado por unas condiciones de salud lamentables, que llevan a quien las padece a verse en una situación en la cual se ve recluido en una unidad de cuidados intensivos, de la cual no se sabe si saldrá, donde su existencia está en la cuerda floja, donde puede existir una salida irreversible, donde la existencia dependerá en el futuro de medios extraordinarios, conectado a máquinas como el respirador artificial, cabe preguntarse si se está cuidando la vida o prolongando la agonía que nos puede llevar a la muerte.

Sin embargo, se debe reconocer algo al ser humano, este derecho a que se le reconozca la posibilidad de disponer de su propia vida en situaciones especiales simplemente por la dignidad que éste puede tener, el reconocerle a un ser humano la posibilidad de definir que hacer con su vida es respetar la humanidad del otro (su humanidad), es el respeto de la libertad y de la vida propia, y esto nos ayuda a definir lo que es una vida digna, se puede argumentar desde este punto de vista, de la dignidad humana, la exigencia de instaurar la eutanasia (bajo ciertas condiciones) como una lucha por el reconocimiento del derecho a la muerte digna, entendiendo por muerte indigna aquella que prolonga inmisericordemente la vida por medios artificiales, en la que la vida se escapa lentamente y se da un apego puramente al cuerpo físico.

Mirando al paciente cerca de la muerte, se puede ver la dignidad del mismo desde ciertos puntos de vista:

ü El derecho a morir es más una exigencia ética que un derecho en toda la extensión de la palabra, y no se refiere al morir en sí, sino a la forma y razones de y para morir

ü Los derechos del paciente, son reconocidos por la ley, y se pueden tomar como criterio moral de la ética del morir. Y el contenido que tiene esta resolución, supone una serie de exigencias que han de ser realizadas por parte de la sociedad : Atención al moribundo para aliviar el dolor y prolongarle la vida; estar verídicamente informado sobre su enfermedad; conocer y recibir explicaciones sobre costos de su tratamiento; derecho a 䁱ue su voluntad personal sea respetada, todo a través de un comité de Etica Hospitalaria.

El morir dignamente sería entonces el morir libre de dolor, con los analgésicos y tranquilizantes necesarios para el desasosiego y con el suministro de medicamentos que se requieran contra las incomodidades que se puedan presentar, eliminando en lo posible el sufrimiento de toda índole, siendo respetado y tratado como ser humano, cumpliendo con las condiciones planteadas en el punto anterior. Aunque no solamente reduciendo el dolor, lo que vale es una vida con cierta autonomía y libertad. El morir dignamente es que se respete la dignidad del moribundo, existen procesos de fallecimiento en que medidas de encarnización médica entran en conflicto con la dignidad de la persona, no se debe, entonces, anteponer el tratamiento médico a la dignidad de la persona, hay casos en que el paciente anhela de alguna manera la muerte, pero por causa de la intromisión médica, escudada en un deber moral, el paciente debe soportar una degradación tan grande que no la iguala lo terrible que podría ser el camino hacia la muerte, destruyéndose la dignidad de la persona, por lo cual éstas medidas ya no conservan un ser humano, sino lo que hemos llamado mejor: una piltrafa humana. Lo que debe preservar el médico es al ser humano integral y no solamente una mera existencia vegetativa

Eutanasia: ¿Existe un derecho a morir?
Dentro de los debates éticos en la profesión médica, la eutanasia goza de una singular actualidad. Después de años, una gran literatura médica ha sido publicada a favor y en contra. La discusión gira alrededor de la tensión entre los imperativos éticos para aliviar el sufrimiento, particularmente en pacientes terminales quienes toman una decisión consciente de finalizar sus vidas, y la proscripción contra la participación del médico y otros profesionales de la salud en el control de una vida.

El tema no es nuevo, a finales de 1939 se encontraba en la Clínica Pediátrica Universitaria de Leipzig, dirigida entonces por el profesor doctor Catel, un niño ciego y subnormal con sólo dos extremidades. Su abuela dirigió una solicitud a Hitler para garantizarle la llamada "mercy killing" o muerte por compasión.

Hitler envió a su médico particular, el doctor Brandt, quien, tras una consulta con el doctor Catel, autorizó la aplicación en ese caso de la eutanasia.

El 18 de agosto de 1939 se dispuso la obligación de declarar los recién nacidos con defectos físicos. Tres peritos de la máxima solvencia, entre ellos el doctor Catel, decidían la muerte o la vida del niño y extendían una autorización, fundándose en el formulario de las declaraciones. Los médicos de los 21 departamentos pediátricos de Alemania habían sido instruidos verbalmente de que este escrito otorgaba la autorización para matar al niño. Se calcula en unos 5,000 el número de niños exterminados, mediante la administración de morfina o luminal. Poco después, Hitler dictaba las normas legales que legitimaban en el ordenamiento jurídico de la Alemania Nacional Socialista, la eutanasia.

Por primera vez en la historia, la autoridad política emanada de unas elecciones rigurosamente democráticas aprobaba la supresión de "vidas humanas sin valor", que permitió la puesta marcha de la llamada Acción T-4, programa nazi de implantación de la eutanasia.

Las razones de su aprobación fueron motivos supuestamente "humanitarios", muy parecidos a los que se alegan en la actualidad. Era el inicio de un vasto plan de exterminio quo arrojó un saldo de seis millones de vidas y el único precedente legal -bueno, es hoy recordarlo- las iniciativas parlamentarias que pretenden actualmente, en algunos países de Europa y América, despenalizar la eutanasia en determinados supuestos.

La eutanasia, es la terminación deliberada de la vida de un paciente en orden a prevenir posteriores sufrimientos. Es decir, se entiende como acción u omisión que por su naturaleza o en la intención, causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor.

Es bueno detenerse aquí; dado que el debate se plantea desde en equívocos y muchas veces con una terminología que oculta el verdadero carácter del acto. Así, conceptos como "derecho a disponer de la propia vida", "derecho a una muerte digna", "morir con dignidad", ocultan el intento de dignificar el suicidio y la cooperación homicida con el suicida.

El simplismo con que suele plantearse a la opinión pública un tema tan complejo, lleva a dudar del valor real de las abundantes encuestas a favor de la eutanasia que esgrimen sus partidarios, y cuyo objetivo es crear la falsa imagen de una "amplia demanda social". Como la terminología empleada es muy confusa, incluso para los entendidos, hay fundadas sospechas de que el encuestado contesta muchas preguntas tal como el encuestador pretendía. Me pregunto si no estaremos ante una campaña de marketing tendiente a crear una opinión pública favorable, técnica que en países, llámense desarrollados, ha sido muy útil en las campañas pro-aborto.

Ahora, analicemos los argumentos esgrimidos para su legalización:

1) La primera es la razón de la libertad o autonomía: cada persona tendría derecho a controlar su cuerpo y su vida incluso su muerte.

2) La segunda, estima que la vida del paciente puede carecer de valor según criterios objetivos: dolores insoportables, estado terminal, como irreversible, senilidad avanzada, situación de grave postración física o psíquica. Aquí la elección del paciente puede ser una confirmación del juicio objetivo, pero en el caso de que no expresara su parecer el médico o los familiares pueden interpretar en vez del paciente su supuesto deseo de no permanecer vivo en tales condiciones.

Por tanto, lo que justifica aquí el homicidio por piedad no es la voluntad autónoma del paciente, sino el presunto amor compasivo del médico.

Estas actitudes corresponden a dos visiones de la ética médica muy difundidas actualmente: la escuela de la compasión y la escuela de la autonomía. A pesar de sus diferencias, ambas coinciden en negar que la medicina sea intrínsicamente una profesión moral con principios que puedan poner límites a lo que los médicos o enfermos consideran subjetivamente más conveniente.

Vale la pena recordar aquí el juramento hipocrático por los valores éticos que encierra: "Jamás proporcionaré a persona alguna un remedio mortal, si me lo pidiese, ni haré sugestión alguna en tal sentido; tampoco suministraré a mujer alguna un remedio abortivo. Viviré y ejerceré mi arte en santidad y pureza" (siglo V a.c.)

Vale preguntarse: ¿la sociedad ha cambiado tanto como para perder esa actitud de respeto ante la vida y la muerte?; ¿cual será el nuevo código de ética por el jurarán nuestros graduados?; ¿por qué se exalta la dignidad humana y en los hechos se le denigra?; ¿es éticamente neutra la profesión médica?

Según la primera escuela, la medicina es moralmente neutral y sólo se usa bien cuando se adapta a los deseos del paciente. Según la segunda escuela, lo que hace éticamente buenas las acciones del médico no es la voluntad del paciente, sino el motivo filantrópico y compasivo del doctor, no en cuanto profesional sino en cuanto ser humano.

Sin embargo: ¿cómo se puede probar de un modo objetivo que un médico ha matado a un paciente por compasión?; ¿qué se entiende por sufrimientos intolerables?; ¿cómo se puede determinar la validez del consentimiento, cuando en el contexto emocional que rodea al paciente pueden darse distintos grados de miedo, ansiedad y depresión? La petición del paciente no es necesariamente una base firme, porque es sabido que en realidad, pedir la muerte a menudo significa algo más: puede ser una petición de ayuda y compresión ¿Quién sería el encargado de matar al enfermo? En caso de ser el médico, esto desvirtuaría la esencia de su profesión llamativamente con aquellos que por su situación, necesitan tener más confianza en él ¿Cuál es el caso límite que plantea tal recurso humanitario? Enfermos terminales, se dice en un principio, pero sus defensores ocultan sus verdaderos propósitos, ya que son partidarios de aplicar también la eutanasia a determinados enfermos no terminales; adultos con incapacidades mentales, esclerosis múltiple, paraplejia, anomalías neuromusculares, etcétera. ¿Esto no nos hace recordar alguna época pasada?

Hoy en día es necesario afirmar, que la medicina no se opone al cese del tratamiento cuando sólo sirve para prolongar la muerte, ni al uso de ciertas medidas para aliviar el sufrimiento, aunque tengan como inevitable consecuencia abreviar la vida.

Los médicos nunca deben provocar la muerte; la medicina no está para eso, aunque alguna ley lo permitiera o sea solicitado por el paciente, su familia o un comité de cuidados hospitalitarios.

Una muerte digna encuentra respuesta, no en la legalización de la eutanasia, sino en el desarrollo y difusión de cuidados paliativos, tratando de eliminar el sufrimiento y no al ser humano que sufre, compartiendo sus temores e incertidumbres, en la actitud solidaria de sus familias hasta sus últimos momentos.

Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie, además, puede pedir ese gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad, ni puede consentirlo explícitamente o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida.

Formas de aplicación de la eutanasia
- Eutanasia pasiva : este es un término mal utilizado por los medios de comunicación y a lo único que se refiere es a la muerte natural, así se suspende el uso de los instrumentos de apoyo de vida o el suministro de medicamentos para que se dé una muerte completamente natural que no contraria en nada la ley natural.

- Eutanasia activa : este término se refiere a la muerte que se ocasiona de una manera directa para poner fin al sufrimiento del paciente.

El suicidio asistido se relaciona vagamente con la eutanasia, este se produce cuando alguien le da información y los medios necesarios a un paciente para que pueda terminar fácilmente con su propia vida.

Ya hemos hablado del cambio semántico del término eutanasia que significa inicialmente la muerte en paz, sin dolores, incluso en plenitud de conciencia, sin disminución de las cualidades psíquicas del individuo.

Hoy, la eutanasia significa la acción médica por la que se acelera o no se evita la muerte de una persona enferma. Precisamente lo que distingue la eutanasia en relación con el suicidio es el hecho de que se trate de una persona enferma, afectada por una dolencia grave.

Dentro de la moral católica se ha hecho siempre una distinción entre la eutanasia activa y positiva por un parte y la pasiva o negativa por otra.

Eutanasia activa: Es la acción médica con la que se pretende positivamente la supresión de la vida de una persona enferma. Una forma típica actual de eutanasia activa sería la administración de una sobredosis de morfina con la que se pretende intencionadamente poner fin a la vida y a los sufrimientos del paciente.

Eutanasia pasiva: No se trataría de una acción, sino de una omisión de la no-puesta en práctica de una terapia médica que podría prolongar la vida de un enfermo. También sería eutanasia pasiva la decisión de los médicos de Bloomington de no prestar atención y dejar morir al niño afectado por el síndrome de Down.

Dentro de la eutanasia positiva, la moral clásica ha distinguido, basándose en el principio moral del doble efecto, entre una eutanasia directa y otra indirecta. En el primer caso, la acción médica tiene en sí misma la supresión de la vida del enfermo. En la eutanasia indirecta, la acción médica tiene un doble efecto o significado: por una parte, tiende a disminuir y a aliviar los dolores del paciente; pero, por otra, es posible que debilite las energías del enfermo y acorte su vida. Esta situación puede presentarse en la administración de ciertos derivados de la morfina, en dosis no letales, con el intento de aliviar los intensos padecimientos de un enfermo.

La batalla política sobre la eutanasia
Los partidarios de la eutanasia no dudan en acusar a los médicos de no permitir al paciente morir en paz. El típico cuadro que presentan es el de un anciano atado a una cama, agonizando, en constante dolor y con tubos en todos los orificios naturales de su cuerpo y en algunos artificiales. El médico trata de mantenerlo vivo, quizás para obtener un mayor honorario o quizás porque no quiere admitir que ha perdido la batalla para salvar una vida.

Una observación común entre personas retiradas es: " No quiero que se me mantenga vivo con todos esos tubos y mediante tratamientos caros y dolorosos."

La eutanasia y el cristiano.
La Palabra eutanasia procede del griego. Significa etimológicamente "buena muerte". Este fue su significada primero en la antigüedad greco-romana: "Felici vel honesta morte mori" (Morir con una muerte feliz y honesta).

Sin embargo el juramento Hipocrático, atribuido a Hipócrates, el padre de la Medicina, decía: "Jamas daré a nadie una medicina mortal por mucho que me lo soliciten". Esto ha sido interpretado habitualmente como una condena de la eutanasia.

El español y cordobés L. A. Séneca será defensor de la eutanasia en sus famosas cartas: "No se debe ni querer demasiado a la vida ni odiarla demasiado, sino buscar un término medio y ponerla fin cuando la razón lo aconseje. No se trata de huir de la vida, sino de saber dejarla".

La difusión del cristianismo llevará consigo una superación de la eutanasia, un término desconocido por el Antiguo y el Nuevo Testamento, tanto conceptualmente como en su contenido. El cristianismo condenará el suicidio y, por tanto, la eutanasia por un triple motivo, sintetizando los argumentos de Tomas Moro:

- Atenta contra el amor debido a sí mismo.

- Atenta contra la sociedad.

- Atenta contra el derecho exclusivo de Dios sobre la vida del hombre.

El tema de la eutanasia se suscita de nuevo durante el Renacimiento. F. Bacon da al término "eutanasia" su significado actual: "La aceleración de la muerte en un hombre enfermo".

Santo Tomás Moro, al describir en su famosa Utopía la forma de estado ideal, afirma por una parte que se debe prestar a los moribundos todo cuidado y solidaridad. Pero considera que, en casos de dolores extraordinarios, se puede recomendar poner término a su vida. Se le puede causar la muerte al enfermo, si éste está de acuerdo, privándole de los alimentos o administrándole un veneno. También se requiere el permiso de las autoridades y de los sacerdotes para evitar los abusos que podrían seguirse.

En el siglo XIX se reanuda la polémica sobre la eutanasia. Se constituye en Gran Bretaña una sociedad a favor de la eutanasia voluntaria, que solicita la legalización de la eutanasia. Ya en el siglo XX, con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, son rechazados los primeros proyectos de ley que pretendían una legalización de la eutanasia en Gran Bretaña y en algún estado de los Estados Unidos.

La brutal aplicación de la eutanasia en la época nazi convirtió esta palabra en un término tabú en los años de la posguerra. Sin embargo, no muchos años después vuelve a plantearse el tema en relación con el famoso proceso de Lieja contra el matrimonio Vandeput.

Sobre todo a partir de los años setenta, la discusión en torno a la eutanasia comienza a ser más intensa. En esta nueva situación inciden varios hechos concretos, que han sido muy difundidos por los medios de comunicación social. Hay que citar además algunos documentos considerados como un primer intento de legalización de la eutanasia.

En primer lugar tenemos que referirnos al famoso Bill of Rights americano o Carta de los derechos de los enfermos de los hospitales. En este documento, se cita el derecho "a rechazar el tratamiento en la extensión permitida por la ley y a ser informados de las consecuencias médicas de su decisión". En esta misma línea sería lógico situar la ley del estado de California, imitada después por otros estados americanos, y otros proyectos de ley (por ejemplo, el Caillavet de Francia): no pretenden legalizar la eutanasia, sino afirmar el derecho del enfermo a poner límites a los tratamientos con medidas extraordinarias.

Por el contrario, el famoso Manifiesto a favor de la eutanasia, publicado en The Humanist (1975) y suscrito por varios premios Nobel y otras personalidades relevantes, da un paso adelante: " Nos declaramos, por razones éticas, a favor de la eutanasia". El documento afirma que el individuo "tiene la libertad para decidir razonablemente su propia muerte"; "es cruel y bárbaro exigir que una persona sea mantenida viva contra su voluntad, rehusándole la liberación que desea". Finalmente, afirma con solemnidad que, "puesto que todo individuo tiene el derecho a vivir con dignidad..., también tiene el derecho a morir con dignidad".

En España acaba de constituirse la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) que, entre sus objetivos, pretende la legalización de la eutanasia. Intenta conseguir "la promoción del derecho de toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida y a elegir, libre y legalmente, el momento y los medios para finalizarla". Según su fundador, DMD defiende el derecho del enfermo a no permanecer en vida por medios artificiales si no existen posibilidades razonables de recuperación.

La mayor parte del mundo no está todavía consciente del peligro que representa la Federación Mundial de Sociedades para el Derecho a Morir, una red internacional para promover la eutanasia, a cuya Séptima Conferencia Bianual asistí en San Francisco en 1988, y cuya Conferencia de 1990 tuvo lugar en Holanda. Alrededor de 29 organizaciones miembros de esta red están dedicadas a crear un clima de opinión favorable a la legalización de la eutanasia y a llevarla a cabo en cualquier forma que pueda hacerla aceptable en sus respectivos países. El momento y las formas de encarar el tema varían, pero una vez que la eutanasia sea legalizada en cualquier parte, su aplicación puede extenderse a medida que se presenten las oportunidades.

Estamos siendo testigos de la construcción multinacional de una de aquellas "estructuras de pecado", de las que el Papa Juan Pablo II ha hablado. Una pequeña estructura puede ser pasada por alto como insignificante, y cuando llega a alcanzar el tamaño de un rascacielos se acepta como parte del paisaje urbano. Nuestra tarea es impedir la construcción de esta estructura a través de todo lo que esté a nuestro alcance, frenarla si fuera posible, desmantelarla, y, aún más, reemplazarla con algo auténticamente misericordioso. Ello reclamará todo el esfuerzo y la creatividad de que podamos disponer para encontrar una solución. Si fracasamos, la probabilidad de que la eutanasia tenga lugar a nivel mundial, se convertirá en una certeza. Querámoslo o no, nosotros mismos tendremos tantas probabilidades de morir a manos de otro como por cualquier otra vía. Mientras más jóvenes seamos en estos momentos, más probable será que ello ocurra en el futuro. Como dice el refrán: "la vida que salves bien podría ser la tuya propia".

La fe del creyente de Jesús le habla de la vida como un don que ha recibido de las manos de Dios y en el que, puede encontrar la mano de un Dios, "amigo de la vida y amigo de los hombres", que le guía y le protege. Todos los acontecimientos de su vida, los alegres y los tristes, los que puede comprender y los que tiene que asumir no son obra de un destino ciego, sino que detrás de ellos sabe, por fe, que está la mano de un Padre que siempre nos ama y nos cuida, aunque, a veces, tengamos que tropezarnos con el misterio de un Dios incomprensible.

El Evangelio nos presenta a un Jesús profundamente humano que sufre la angustia ante la cercanía de la muerte en el huerto de Getsemaní (texto que ha sido censurado en algunos papiros antiguos porque presentaba una angustia extrema de Jesús ante la proximidad de su muerte). Su grito en la cruz, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado", es el resumen de la angustia del hombre de todos los tiempos ante una muerte que supone un desgaro y un salto en el vacío? Su palabra final, "en tus manos encomiendo mi espíritu", sintetiza su aceptación de la voluntad de Dios sobre Él. La muerte de Jesús, con su dramatismo, es un símbolo de la muerte de todo hombre, que experimenta en el hecho de morir la ruptura consigo mismo y con los seres queridos, la entrada en un ámbito misterioso, que ningún ojo ha podido ver ni ningún oído escuchar. Es el modelo del último acto de desarrollar como un cumplimiento total de la voluntad de Dios. La vida de Jesús es un arco tendido entre el "aquí estoy para hacer tu voluntad" y él "todo está cumplido". Este es el ideal al que, como seguidor de Jesús, debe siempre tender el cristiano en su vida y en su muerte.

Para el creyente en Jesús, el sufrimiento y la muerte no son un vacío carente de sentido, el grano de trigo tiene que morir para dar fruto, el grano de trigo tiene que morir para dar fruto, que hay que perder la vida para así ganarla y recuperarla, que con sus sufrimientos llena lo que falta a la pasión de Cristo a favor de su cuerpo, que es la Iglesia. Todo ello constituye una llamada exigente, pero asumible por muchos cristianos, de entender su propia muerte, con todo lo que ésta comporta de sufrimiento y de esperanza y que finalmente se le entrega a Él, en sus manos de Padre. Respeta su propia vida siempre como un don, del que no podemos últimamente disponer y que entregamos confiadamente a su providencia, que no nos la quita, sino que nos la devuelve convirtiéndola en una existencia que ya nunca se acabará.

Algunos puntos a favor y en contra de la eutanasia
Se encuentran, a través de toda la argumentación presentada ciertos puntos a favor y en contra de la eutanasia, se pueden mencionar entre los puntos en contra de la eutanasia los siguientes :

i. La vida como un derecho inalienable, al optar por la eutanasia, estoy entregando mi libertad y al mismo tiempo acabando con ella, cuestión aún sin resolver.

ii. Los límites de la Eutanasia : bajo qué circunstancias se debe aplicar y cómo legislarla. Aunque aquí se plantean ciertos límites, aún no es claro cómo aprobarla, bajo qué límites.

iii. Existe una dificultad de toma de posición en el caso de los enfermos mentales.

iv. Las expectativas : Cómo sé si aquella persona que hizo su testamento en vida autorizando ésta práctica no se arrepintió en el último momento ?

v. "mientras hay vida hay esperanza" dice un adagio popular, sin embargo, hay que analizar y desentrañar aún más el verdadero significado de esta frase, alguien podría decir, y si al otro día se encuentra la cura contra ésta enfermedad ?

vi. Podrían aumentar el número de eliminaciones a débiles y personas subnormales, así mismo, aumentarían las presiones sobre el ejecutante (medico?) del acto por parte de la familia.

vii. Los mismos ejecutantes podrían ser tomados como verdugos, lo que puede implicar en una sociedad como la nuestra, una pérdida de confianza en la persona tratante de mi enfermedad

viii. Podrían aumentar el número de homicidios con máscara de eutanasia, con el sólo fin de cobrar jugosas herencias

ix. Podría aplicarse la eutanasia sólo para surtir el jugoso negocio del tráfico de órganos, lo que muestra que podrían haber intereses económicos y políticos tras su aprobación.

x. Podrían disminuir los recursos destinados a la cura de una enfermedad, ya que podría salir más económico dejar morir a las personas y con ello se disminuye así mismo, el esfuerzo de investigación en la medicina.

xi. Se puede perder la esperanza de vivir, si como viejos las personas son dejadas de lado, aisladas en asilos, como enfermos pueden ser eliminados simplemente.

xii. Deber cívico de permanecer vivo

xiii. La decisión que conlleve al acto, es del todo irreversible.

Sin embargo, los puntos a favor de la Eutanasia podrían ser :

i. Tengo un derecho a disponer de mi propia vida, y puedo reivindicar la autonomía como parte integral de la dignidad humana y expresión de ésta.

ii. Una vida en determinadas condiciones es indigna, la imagen que proyecto ante los seres cercanos o aún en los otros, puede ser considerada como humillante e indigna.

iii. Por qué aceptar una forma de existencia en circunstancias limitadísimas ? sacrificando , en cierta forma, a parientes y amigos ?

iv. Así como se tiene un derecho a vivir con dignidad, por qué no tener un derecho a morir dignamente ?

v. No debe intentarse prolongar la vida cuando ésta no se pueda vivir, haciendo del paciente no un ser humano, sino un caso clínico interesante (como ocurre en los hospitales universitarios actualmente)

vi. Podría institucionalizarse unos derechos no sólo del paciente terminal, sino de la familia en sí.

vii. Es justo morir de un modo tan doloroso ?

Como vemos, el mar de preguntas que nos arrastra aún es grande, sin embargo, ya existe una cierta conciencia en nuestro tiempo para que ella sea aceptada de alguna manera, los valores se han ido transformando poco a poco y ya se está llegando, a que algún día, no muy lejano, se apruebe el derecho a una muerte justa, en los términos aquí planteados. Los individuos están tomando más en serio su papel dentro de este momento histórico y se comienzan a preguntar sobre aspectos trascendentales en la existencia del ser. Sin embargo, los riesgos de que éste individuo sea absorbido y manipulado por el sistema capitalista están latentes, ya que éste puede manipularlo para volverlo desechable y hasta productivo en un momento dado.

Aún existen muchos aspectos indeterminados en torno a la Eutanasia, cabe mencionar algunos como la dignidad humana y la autonomía, el no tomar al ser humano desde un punto de vista eminentemente biológico, la calidad de la vida y la libertad de elección Y no hay que olvidar la abigüedad a la que se puede llegar con su eventual legalización.

¿Tiene sentido el sufrimiento humano?
La sociedad moderna enfatiza mucho la conveniencia, el confort y el evitar el dolor y las pruebas inevitables de la vida. Cuando algo terrible sucede en nuestro trabajo, en nuestra familia o con nuestra salud, tendemos a enojarnos con Dios o a maldecir nuestra mala suerte, en vez de aprender de nuestra experiencia, adquirir sabiduría, fortaleza y valor ante la vida.

Aún más fundamentalmente, tal parece que hemos olvidado que tenemos un alma inmortal creada a imagen y semejanza de Dios. El alma es lo que nos distingue fundamentalmente del resto del reino animal. Hace medio siglo el Papa Pío XII se preguntaba: "¿No consiste acaso la eutanasia en una falsa compasión que alega evitarle al hombre el sufrimiento purificador y meritorio, no por medio de una ayuda caritativa y loable, sino por medio de la muerte, como si estuviéramos tratando con un animal irracional desprovisto de inmortalidad?"1 En esta pregunta el Papa estaba resaltando dos grandes propósitos del dolor: la purificación y el mérito.

Cualquiera que haya sufrido mucho dolor durante un período de tiempo se dará cuenta, luego de examinarse interiormente, que ha sido fortalecido por esa experiencia. Se da cuenta de que el dolor no es destructivo, si se sufre durante un tiempo, sino que hace que el hombre se dé cuenta de que tiene la fuerza para vencer los obstáculos y temores que antes parecían ser insalvables. Esto es cierto para todo el mundo, sea la persona cristiana, judía, hindú o atea.

Por supuesto, si el dolor es muy agudo y se sufre durante demasiado tiempo puede destruir al más fuerte. Por eso es que la Iglesia Católica enseña que no es apropiado esperar que todas las personas manifiesten una virtud heroica, y que los analgésicos pueden ser usados, aún en el caso de que causen un estado de lucidez parcial o el aceleramiento de la muerte en algunos casos.

El segundo gran propósito del sufrimiento humano es ganar mérito. La primerísima afirmación de la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II Salvifici doloris sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano resalta la constante enseñanza de la Iglesia sobre esta

materia: "Suplo en mi carne -- dice el apóstol San Pablo, indicando el valor salvífico del sufrimiento -- lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia."

La Declaración sobre la eutanasia del Vaticano nos enseña: "...según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida, asume un significado particular en el plan salvífico de Dios; en efecto, es una participación en la Pasión de Cristo y una unión con el sacrificio redentor que Él ha ofrecido en obediencia a la voluntad del Padre. No debe pues maravillar si algunos cristianos desean moderar el uso de los analgésicos, para aceptar voluntariamente al menos una parte de sus sufrimientos y asociarse así de modo consciente a los sufrimientos de Cristo crucificado (cf. Mateo 27:34)."2

Un cierto grado de dolor al final de la vida nos permite seguir a Cristo hasta la misma cruz. En cierto modo, sería una inconsistencia el que los cristianos estuviesen dispuestos a sufrir ciertos tipos de indignidad e inconveniencias en nombre de Cristo durante varias décadas de su vida, y luego negarse a participar plenamente en el último y más importante sufrimiento de Nuestro Señor en el momento de su muerte.

Esto no significa de ningún modo que tengamos que languidecer en agonía hasta el último momento de nuestra existencia, ya que el dolor mismo puede ser una terrible distracción. Sin embargo, se necesita un equilibrio adecuado durante nuestras últimas horas entre el estar plenamente cocientes de que lo que nos está sucediendo en nuestro camino hacia el Calvario y el grado de dolor que podemos soportar.

Ponemos "a dormir" a los animales porque su sufrimiento no tiene sentido. No pueden enfrentar la muerte con fortaleza y entereza. Por lo tanto, nuestra única respuesta posible a su tribulación es ponerle fin a su sufrimiento lo antes posible.

Lo que los animales necesitan en sus últimos días es que los traten humanitariamente; lo que los seres humanos necesitan en sus últimos días es que lo tratemos humanamente, es decir, como seres humanos dignos de respeto -- ofreciéndoles nuestra compañía, dándoles ánimo para mantener su fortaleza y, cuando el dolor es grave, proveyéndoles lo mejor que la medicina puede ofrecer para aliviar su dolor. Pero no podemos tratar a las personas como a los animales, con la inyección lista para "ponerlos a dormir". No, debemos respetar su dimensión espiritual y el plan de Dios para sus vidas.

Eutanasia: ¡Cuando el médico mata al paciente!
Calificar la eutanasia llamándola activa o pasiva, directa o indirecta, voluntaria o involuntaria, o suicidio asistido sólo logra confundir.

Hipócrates vivió en el siglo IV antes de Cristo. Hasta entonces, el médico cumplía una doble función; una era curar…¡la otra matar!

La gran contribución de Hipócrates, que pasó a la era Cristiana y guió la profesión de médico durante los siguientes dos milenios, fue la de separar la función de curar y la de matar del médico. A partir de entonces, el médico solo curaría. A través de los siglos, el juramento hipocrático ha contenido la frase, primun non nocere, "en primer lugar, no hacer daño". En la actualidad, los médicos que se gradúan ya no toman el juramento hipocrático. Con el aborto y el apresuramiento para legalizar la eutanasia, los médicos, trágicamente, han vuelto a asumir esa doble función.

Los partidarios de la eutanasia no dudan en acusar a los médicos de no permitir al paciente morir en paz. El típico cuadro que presentan es el de un anciano atado a una cama, agonizando, en constante dolor y con tubos en todos los orificios naturales de su cuerpo y en algunos artificiales. El médico trata de mantenerlo vivo, quizás para obtener un mayor honorario o quizás porque no quiere admitir que ha perdido la batalla para salvar una vida.

Una observación común entre personas retiradas es: " No quiero que se me mantenga vivo con todos esos tubos y mediante tratamientos caros y dolorosos."

Los pacientes terminales, acaban muriendo. Aunque los partidarios de la eutanasia hablan constantemente sobre esos casos, no son su verdadero objetivo. Son más bien aquellos que se piensa que deben morir, pero que no mueren… los biológicamente tenaces. Por lo general, tales personas no sufren dolor y sus vidas no dependen de aparatos terapéuticos, pero son, según el juicio de muchos, una carga para la sociedad. Se trata de las personas con derrames cerebrales, esclerosis múltiple, enfermedad de Lou Gehrig, daños cerebrales, tetraplegia, etc.

El dolor
La bibliografía en favor de la eutanasia enfatiza continuamente el dolor constante, imposible de aliviar, insoportable, agonizante… Salvo raras excepciones, el dolor físico se puede controlar. Un sano consejo cuando se confronta el problema de que un ser querido padece dolor constante, es "busque otro médico". Si el médico propio no puede controlar el dolor, busque otro que lo haga.

Es infantil querer vivir una vida libre de dolor, ansiedad, limitaciones. Una vida facil, hedónica, es una vida de carencias, para el que la vive y para los que le rodean, pues es una vida sin oportunidades de crecerse ante el sufrimiento y de sacar de dentro muchos recursos no utilizados. Matar por compasión disminuye el tesoro moral de la humanidad, nos hace blandos.

"El reclamo de que el dolor físico agudo es una razón válida para matar a un paciente no tiene fundamento".

El segundo tipo de dolor que constituye la razón principal por la cual hay algunas personas que pueden llegar a sentir deseos de ser eliminadas, es el dolor emocional, la desesperación, la pérdida de la esperanza, la falta de amor, la angustia, la soledad, la pérdida de la dignidad, cansarse de la vida y no querer depender de otros.

El papel del medico.
Durante más de 2000 años la gente ha confiado en sus médicos para que "no hagan daño". Esta confianza ha sido severamente socavada por el aborto legal. Por favor, que no se continúe destruyendo esa confianza asignándoles nuevamente el papel de verdugos. Las Asociaciones de Médicos de EEUU, Australia y Canadá, han condenado la eutanasia.

Algunos casos notables de eutanasia.
El caso de Karen Ann Quinlan probablemente sea el que más tinta ha hecho correr en estos últimos años. Esta fue una niña adoptada por sus padres, católicos practicantes, que entró en coma en la velada de su emancipación. Permaneció en coma varios meses. Entonces sus padres, aconsejados por un sacerdote, pidieron que la desconectasen de los aparatos. En un principio la dirección del hospital se negó. Posteriormente el Tribunal Supremo del Estado dio la razón a los padres y permitió la desconexión del respirador, pues "Karen Ann Quinlan tiene derecho a una muerte natural".

Pero cuando se le retiró los aparatos esta joven siguió viviendo y respirando automáticamente. Más tarde nos llegan noticias sobre la joven, nueve años más tarde Karen sigue viviendo: su cuerpo ha adquirido una posición fetal y pesa sólo 30 Kilos. Su cerebro sigue funcionando, aunque tiene lesiones irreversibles que, desde el punto de vista médico, son incompatibles con la vuelta a una vida personal.

El 15 de abril de 1982 fallecía en Bloomington, Indiana, un niño afectado por el síndrome de Down (mongolismo). Sus padres habían obtenido una orden judicial prohibiendo a los médicos alimentar y cuidar al niño, que había nacido con una fístula tráqueo-esofágica que le impedía ingerir alimento a no ser que se le realizara una intervención quirúrgica correcta. Éste era el único obstáculo para que el niño mongólico pudiese sobrevivir. El niño murió pocas horas antes de que se solicitase la intervención de la Corte Suprema de Washington. Mientras tanto, diez parejas se habían ofrecido a adoptar al niño, cuyos padres se negaban a que se le mantuviese en vida.

Un caso más antiguo es el del doctor Urs Peter von Haemmerli. Que trabajaba en el servicio de gastroenterología en una clínica de Zurich y fue acusado de practicar la eutanasia con enfermos terminales. Les aplicaba una solución a la que llamaba eufemísticamente hydratión. El doctor Peter von Haemmerli afirmó haber administrado el hydratión a 10-12 enfermos al año, justificando su comportamiento por la escasez de camas en su servicio.

La eutanasia con niños deficientes.
Este es, probablemente, el punto donde con más claridad puede comenzar a experimentarse hoy el "efecto de ruptura de dique" en la pérdida de valoración de la vida humana, como consecuencia de la aceptación legal de la supresión del embarazo.

Recientemente informaba la revista médica Jano que en el año 1982 se han dado en el estado de Nueva York 18 casos de fetos abortados en etapas tardías del embarazo y que "nacieron" con vida y en condiciones de seguir viviendo si se les hubiesen aplicado los procedimientos médicos existentes para casos de parto prematuro. Hay que tener en cuenta que en Estados Unidos se admite legalmente el aborto hasta la viabilidad del feto. Según C. Tietze, en general se considera que el feto comienza a ser viable a partir de la vigésima octava semana de embarazo. Teniendo en cuenta el número de abortos anuales que se realizan en Norteamérica, puede calcularse que se dan anualmente unos 200 casos en que ya no se puede hablar únicamente de aborto, sino de infanticidio (o de eutanasia, ya que a veces tales fetos/niños nacen con lesiones provocadas por la misma técnica abortiva que ha sido utilizada).

El tema de cuáles son las atenciones que deben prestarse al recién nacido con anomalías o malformaciones está hoy sometido a un debate creciente. Puesto que es un tema complejo, ya que dentro de él existen situaciones diversas de diferente gravedad.

Por estas razones, consideramos que es siempre inaceptable la supresión positiva de estas vidas. Sin embargo, pensamos que en situaciones de anencefalia o similares se les puede dejar morir en paz sin aplicárseles terapias desproporcionadas en relación con sus posibilidades de supervivencia y de realización personal.

No obstante, consideramos que es muy distinto el caso de un niño portados del síndrome de Down. Ya que en un futuro estos niños poseerán importantes capacidades de desarrollo de su afectividad y de creación de lazos interpersonales muy fuertes. También hay que afirmar que estos seres humanos, van a valorar subjetivamente su vida de forma positiva, en un gran porcentaje. Al mismo tiempo son numerosos los padres que, una vez pasado el primer mal trago de la impresión, van a aceptar y asumir positivamente la presencia de un niño cuya existencia puede gestar en la familia importantes cauces de humanización que no existían con anterioridad.

La eutanasia libremente elegida.
Existen casos en que es el propio enfermo el que solicita que se ponga fin a su existencia, incluso en casos en que previamente ha suscrito (en plenitud de sus facultades físicas y mentales) un testamento pidiendo la eutanasia.

En estos casos, habría que tener en cuenta los siguientes datos:

Hasta qué punto esta petición es firme y representa su auténtica voluntad o, más bien, es consecuencia del paso por algunos de los estados de ánimo por los que atraviesa el enfermo durante su última enfermedad.

En segundo lugar debe insistirse en el posible trasfondo de frecuentes peticiones de eutanasia. Como una llamada en clave, a través de la cual el paciente intenta llamar la atención de los que le rodean, pedir un calor y un apoyo humano que no sele están prestando.

Finalmente hay que referirse a los dolores insoportables que pueden afectar al paciente y ser la causa que desencadene su petición de eutanasia.

El problema puede ser especialmente agudo en los casos de personas no creyentes, para los que no existe un destino trascendente del hombre ni un Dios del que se ha recibido la vida como un don.

Sin embargo, desde una ética de fundamentación puramente humana existen dos importantes argumentos en contra de esa práctica:

a. ¿Cómo valorar la profunda resistencia interior que siente el hombre de nuestra civilización al participar en una acción que significa la supresión de una vida humana? Nos referimos tanto al manejo de un arma en situaciones de guerra como a formar parte de un pelotón de ejecución en una pena de muerte... e incluso a desconectar un respirador en un caso de legítima "ortotanasia".

b. Es una actitud bella y profundamente humana la de la persona que es capaz de arrastrar lo que la vida significa en los momentos alegre y en los duros, sin volver la cara, sin renunciar a la vida, sino aceptándola en todas las circunstancias que comporta.

Holanda (o más propiamente, los Países Bajos) es el único país en el mundo donde la eutanasia se practica abiertamente. No es permitido por estatuto, pero la ley acepta una defensa normal de doctores que han adherido a las pautas oficiales. Éstos ponen goznes en el voluntariness de la demanda y unrelievable-ness del sufrimiento. No es una condición que el paciente está terminalmente enfermo o que el sufrimiento es físico.

La eutanasia en la ley.
Cada día surgen más voces que están pidiendo una legalización de la eutanasia. Hasta ahora se ha conseguido en algunos países algo que éticamente es aceptable. Se ha reconocido el derecho del enfermo a rechazar tratamientos extraordinarios y poder morir en paz y con dignidad.

Evidentemente, para varias de las asociaciones favorables a la eutanasia se trata de un primer paso hacia una situación en la que también se admita la eutanasia positiva con aquellos pacientes que solicitan que se ponga fin a su vida.

Una serie de objeciones muy importantes en contra de la legalización de la eutanasia, pero que además deberían ser tenidas en cuenta en los apartados procedentes. Se dividen estas objeciones en tres apartados: Desde el punto de vista de los médicos, del enfermo y de la sociedad.

a. Por parte del médico.

Es muy importante tener en cuenta el grave deterioro que puede seguirse en la imagen social del médico como consecuencia de la admisión de la eutanasia, que lógicamente sería realizada por medios "médicos". La vocación del médico se ha entendido siempre como un servicio a favor de la vida; si se admitiese legalmente la eutanasia se convertiría, en determinados casos, en un "agente de muerte". ¿Cómo sería la relación médico-enfermo si éste es consciente que está tratando con una persona que puede poner fin a la vida de los pacientes?. La imagen del médico y su relación con el enfermo se ha deteriorado ya de forma impresionante en un aspecto muy importante de la profesión: la "humanidad" en su relación con el paciente.

Es muy difícil además tener una certeza en la prognosis de la enfermedad y en su curso. La medicina puede llegar a la conclusión de que un enfermo es irrecuperable, que su enfermedad es absolutamente irreversible y que el tiempo de vida que le queda es sumamente reducido. Pero todos hemos conocido casos en que el curso de la enfermedad es absolutamente inesperado, en que la vida del enfermo se prolonga machismo más de lo que la medicina hubiera podido esperar, incluso en niveles importantes de recuperación.

b. Por parte del enfermo.

Ante una petición de eutanasia siempre habrá que preguntarse si el paciente recibe la atención que debería prestársele. Se ha llegado a afirmar que la "eutanasia es una practica pasada de moda" dadas las posibilidades de aliviar los sufrimientos de los enfermos mediante una administración racional de los analgésicos de que se dispone hoy. Hay además una dificultad muy importante. Una hipotética legalización de la eutanasia, solicitada por el enfermo, puede actuar en forma de coacción moral sobre él mismo. Este podría verse forzado a pedir una eutanasia, que no desea interiormente, pero que se resigna a solicitar ante las dificultades que su enfermedad ocasiona entre las personas que le rodean. Toda enfermedad origina una serie de gastos, de desajustes en la vida familiar, de sufrimientos entre las personas que viven cerca del paciente... En una situación en que la "salida" de la eutanasia es posible, resulta fácil que el enfermo se sienta coaccionado para pedir que se ponga fin a su vida, aunque no sea ésta su auténtica voluntad.

c. Por parte de la sociedad.

En primer lugar no se ve fácil una ley que regule la eutanasia y que evite los abusos que pudieran seguirse de ello. Hay que reconocer que no es sencillo una hipotética legalización de la eutanasia que tenga en cuenta esta complejidad de matices y que evite los abusos que se pueden seguir.

Sobre todo nos parece muy significativo subrayar, una vez más, el "efecto de ruptura de dique". Los que defienden la legalización de la eutanasia afirman que se refieren únicamente a aquellos casos en que el propio enfermo pide insistente y conscientemente que se ponga fin a su vida y a sus sufrimientos. Sin embargo, creemos que no se puede infravalorar el peligro de pasar de una muerte a petición a una sin petición; de la eutanasia aplicada a personas que lo solicitan a la impuesta a enfermos inconscientes. Subrayemos además que los mayores esfuerzos para exigir la legalización de la eutanasia se hacen en países técnicamente desarrollados, donde se asiste aun importante y creciente envejecimiento de la población: donde los ancianos no encuentran su puesto en la sociedad y se da, para muchos de ellos, una muerte social que precede a su muerte física. La pirámide de edades de estos países muestra que una base crecientemente reducida de población activa tiene que correr con los costes sociales de un número muy importante de pensionistas. El riesgo de una eutanasia aplicada coactivamente a las personas ancianas puede ser una consecuencia importante de una legalización de esa práctica.

Algunos aspectos a tener en cuenta para su posible aprobación
Antes que puntos claros , o conclusiones, respecto al tema, lo que tengo es una innumerable lista de aspectos sin resolver que, creo, deben tenerse en cuenta, aunque de por sí, de acuerdo con la definición dada más atrás, se podría aprobar o reglamentar este derecho. Aunque de por sí, en un país como el nuestro, podría ser causa más de perjuicios que de beneficios, dado que no están dadas las condiciones de conciencia, de legislación, y de cubrimiento necesarias para que se pueda tener de alguna manera en cuenta en éste país.

Si se aprobara la Eutanasia por parte de un Estado, se deberían tener en cuenta aspectos como los siguientes :

i. El testamento en Vida ( o testamento vital) : Un testamento vital es un documento en el que el interesado expresa sus voluntad sobre las atenciones médicas que desea recibir caso de padecer una enfermedad irreversible o terminal que le haya llevado a un estado que le impida expresarse por sí mismo. Puede realizar su propio testamento vital personalizado, con las indicaciones y razonamientos que considere pertinentes. De este tipo de documentos existen muy variadas versiones, existen fundaciones en muchos países que asesoran a cualquier persona sobre este aspecto, de acuerdo con las leyes vigentes en cada país. Los argumentos que podrían estar a favor de ello pueden ser : El promedio de esperanza de vida ha aumentado enormemente en los países más prósperos. (y aún en países menos prósperos, como el nuestro) Ello nos beneficia mientras gozamos de un buen estado de salud. Pero los avances médicos, que han supuesto una gran mejora para la salud, pueden servir también para alargar el proceso de la muerte. En teoría, se necesita nuestro consentimiento para que se nos administre un tratamiento, pero la mayoría de la gente acepta automáticamente lo que el médico le suministra. Hay quien pasa meses, incluso años, con una calidad de vida tan pobre que llega a desear vehementemente morir. Lo que la mayoría de la gente desea En todos aquellos lugares en que se han realizado encuestas, la mayoría de la gente piensa que se debería permitir que los médicos pudiesen ayudar a morir a un paciente incurable si el paciente lo solicita ( En Colombia, La Ley 23 de 1981 Dcto. 3380/81 dicta algunas normas en materia de ética médica relacionadas con este aspecto) . En la mayoría de los países en los que un médico lleva a cabo esta ayuda puede acusársele de homicidio, en Colombia, se llama homicidio por piedad y tiene cárcel de 6 meses a tres años. (Ley 2241 art. 3261. Cdgo. Penal Colombiano)

ii. Se debería tener en cuenta el derecho a la intimidad, como lo consagra el artículo 15 de la Constitución de 1991. Y a la hora de legislar sobre la Eutanasia, habría de considerarse este derecho relacionado.

iii. Tener en cuenta, el derecho a la libre disposición del cuerpo, como lo reconoce el derecho consuetudinario y reconocerle, así mismo, la posibilidad de la autonomía sobre su vida al ser humano.

iv. Deben tenerse en cuenta o aplicarse los mismos principios a un paciente mentalmente capacitado que a otro afectado de muerte cerebral, en estado vegetativo persistente, o en estado grave e irreversible de demencia ? Esto por que podría caerse a través de esto en una "eutanasia social" donde los desechables pueden ser eliminados muy suavemente, sin condenas morales y desconociéndoles de alguna manera sus más elementales derechos.

v. La aplicación continuada de medios extraordinarios para alargar la vida (o la agonía ?) es una violación de los derechos constitucionales del paciente (o quien lo represente) sería ir contra la dignidad de la persona y contra su intimidad.

vi. Si se hablase de pacientes mentalmente incapacitados para tomar una decisión de este tipo, ésta debe apoyarse en el principio de subrogación para proteger los derechos de autodeterminación y el bienestar del afectado directamente. Sin embargo, aquí podría caerse en el horroroso camino de decidir quien y como vive alguien al poder plantear la ley que si una persona no puede volver a tener una existencia "normal" consciente, íntegra y útil (en los mejores términos del utilitarismo) , significaría que sólo una vida "normal, íntegra y útil" es digna de protección legal. Serían los riesgos de las personas de determinada edad, o los llamados desechables. Más aún la pérdida de confianza en el médico o personal de la salud. A esto se contrapone que el simple hecho de que las funciones del paciente sean limitadas o que el pronóstico médico sea negativo, no implica que pueda disfrutar de lo que le queda de vida, ni que todos tengamos que ser homogéneos.


vii. Se debe tener en cuenta el interés del paciente, cuando éste no haya decidido algo en condiciones de vida normales anteriores, en el interés del paciente, se hallarían implícitos aspectos como la calidad de la vida y la edad.

viii. Sería aconsejable que los hospitales tuviesen comisiones éticas a la hora de tener que tomar decisiones de ésta índole, para aconsejar a los pacientes, si se puede, a los familiares y a los médicos y puedan establecer directrices hospitalarias sobre el trato a los moribundos. Idealmente, sería aconsejable que estas comisiones fueran interdisciplinarias, con médicos, abogados, psicólogos, enfermeras y sacerdotes entre otros.

ix. Al prolongarse inútilmente la agonía de una persona, se pone a la familia en situaciones que podrían llamarse inhumanas, se pueden destacar, en el país, los costos de tener una persona en unidad de cuidados intensivos, que fácilmente ascienden a $1.500.000.oo diarios, costos que difícilmente pueden sufragar familias de escasos recursos, (que entre otras, son el 60 % de la población colombiana, según datos optimistas) estos gastos, dan, por lo general, al traste con la economía familiar, no son difíciles de encontrar situaciones en las que la familia queda en la ruina por destinar todos los recursos disponibles en la atención de quien irremediablemente iba a morir. Definitivamente, en este país enfermarse es un lujo costoso.

x. El ejemplo anterior lo que nos muestra es una realidad tangible en nuestro país, donde la práctica de la medicina se ha deshumanizado como producto de una sociedad de economía capitalista salvaje, donde, prima el capital sobre la vida.

xi. En muchos casos se alude que mantener una persona "que de todas formas se iba a morir" supondría una carga social y económica para la sociedad mantener con vida a esos seres tan deficientes. Hemos considerado que así como se dedican grandes presupuestos para la guerra interna en el país, se deben dedicar mínimos recursos para atender a estos desafortunados y darles un resto de vida digna o un camino hacia la muerte más digno. Pero que sea el estado quien atienda estas necesidades.

Si se legisla sobre la eutanasia, ésta legislación debe ser lo suficientemente amplia y clara para que quepa la posibilidad de que cada caso (por ejemplo el de la persona que padece una enfermedad incurable, dolorosa e irreversible; o el del cuadripléjico lucido a quien ya no le importa vivir) presenta sus propias y peculiares dificultades. Por otro lado, el estado "debe alentar a los individuos para que tomen decisiones con respecto a su futuro por sí mismos y de la mejor manera que puedan" (para que éstos decidan sobre su futuro autónomamente).

Los debates que se llevan a cabo sobre la eutanasia generalmente terminan enredados por prejuicios morales, religiosos, emocionales, etc. Pero en realidad, sin cuestionar los diferentes puntos de vista, la pregunta que se debe hacer es: ¿A una persona que se siente completamente mal, siente que su vida no es suficiente razón para vivir el dolor intratable, la pérdida de dignidad o la pérdida de algunas facultades, pide repetidamente ayuda para un suicidio, está consciente y no está en capacidad de fingir una depresión se le puede aplicar la eutanasia o asesorarla en su suicidio?

En los debates sobre eutanasia no se debe discutir:
- Si un enfermo terminal debe pedir la eutanasia, lo que siempre es una decisión personal, sino si la gente en general debería darse la elección para pedir su aplicación.
- Si se debería permitir el suicidio. En muchas jurisdicciones el suicidio es un acto legal y ha sido así por mucho tiempo.
- Si a una persona saludable que está sufriendo un período de depresión se le debe dar ayuda para el suicidio. No se debe dar tal asistencia.
- Si se debe permitir que una persona de la familia pida la aplicación de la eutanasia, una petición así debe venir del enfermo terminal.

Por último, la eutanasia es una pregunta de elección: ¿Se debe facultar a la gente para tener control sobre sus propios cuerpos?

Los grupos que se oponen al aborto son, generalmente los que se oponen también a la eutanasia, entre ellos se encuentran:

ü Los grupos religiosos conservadores, quienes se oponen a la libertad personal de elección en muchas áreas de la vida.

ü Las asociaciones médicas que se dedican a salvar y alargar la vida y se sienten incómodos ayudando a la gente a terminar sus vidas.

ü Grupos de incapacitados que tienen miedo de que la eutanasia sea el primer paso hacia la inclinación de terminar, sin su voluntad, con las vidas de la gente incapacitada.

Posición de las distintas religiones frente a la eutanasia

La Iglesia Católica Romana, la Luterana y la Episcopal han emitido declaraciones formales opuestas a la eutanasia y al suicidio asistido. Los grupos de fe Evangélica y Fundamentalista se cree que están también en desacuerdo con estas prácticas. La Asociación Unitaria - Universalista, un grupo liberal, emitió una declaración en 1.988 a favor de la eutanasia y, si hay condiciones adecuadas, del suicidio asistido. Declaraciones similares han sido hechas por la Iglesia Unida de Cristo y la Iglesia Metodista. Las otras Iglesias parecen divididas en este punto. La mayoría de cuerpos religiosos no se oponen a la eutanasia pasiva que no es más que dejar que la muerte se produzca de una manera natural sin aplazarla ni acelerarla.

En la postura moral Católica, Pío XII se refirió varias veces, dentro de sus numerosas enseñanzas sobre problemas médicos, al problema de la eutanasia. Su postura respecto a ella era condenatoria, ya que Dios es el único Señor de la vida humana y el hombre sólo su mero administrador, sin que pueda disponer de ella. El Santo Oficio condenó en tiempos de Pío XII la eutanasia practicada en tiempos del nacional-socialismo alemán, que condenó a muerte a tantos "a causa de sus deficiencias físicas y psíquicas", que fueron considerados como "carga y obstáculo para el progreso y el desarrollo de la nación" (22 febrero 1941).

El papa Pacelli consideró legítima la eutanasia indirecta: "si la administración de narcóticos produjese por sí misma dos efectos distintos: por una parte, el alivio de los dolores, y por otra, la abreviación de la vida, entonces es lícita"(24 febrero 1957).

El Vaticano II, en su constitución Gaudium et spes, condenó la eutanasia dentro de una lista de distintos atentados contra la vida humana. Su condena fue extremadamente dura: "son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador"(GS 27)

Existe un documento reciente de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el que se expresa la postura de la Iglesia en el tema de la eutanasia.

Los puntos fundamentales son los siguientes:

- Clara afirmación de la inviolabilidad de la vida humana: "nadie puede atentar contra la vida de un inocente... sin violar un derecho fundamental, irrenunciable e inalienable". Por ello se condena la eutanasia "con el fin de eliminar radicalmente a los enfermos mentales o a los incurables la prolongación de una vida desdichada, quizá por muchos años, que podría imponer cargas demasiado pesadas a las familias o a la sociedad". Es inadmisible poner fin a la vida de un enfermo, incluso ante un dolor "prolongado e insoportable".

- Se reconoce que no existe, ni por parte del médico ni por parte del paciente, la obligación de prolongar la vida de éste. Se insiste en el riesgo de una terapia médica que se pueda convertir en "un tecnicismo que corre el peligro de hacerse abusivo". En esta línea se afirma claramente "el derecho de morir con toda serenidad, con dignidad humana y cristiana".

- En vez de los términos clásicos de "medios ordinarios y extraordinarios", utiliza los términos más adecuados de medios "proporcionados" y "desproporcionados". Para poder delimitar el carácter proporcionado o desproporcionado de un medio terapéutico debe tenerse en cuenta "el tipo de terapia, el grado de dificultad y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales".

- Se declara, por tanto, "lícito contentarse con los medios normales que la Medicina puede ofrecer". Esta no-utilización de las terapias desproporcionadas no equivale al suicidio. "Significa, o bien aceptación de la condición humana, o deseo de evitar la puesta en práctica de un dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer gastos excesivamente pesados a la familia o a la colectividad".

- La eutanasia debe situarse en un marco que habrá de tenerse en cuenta: la dificultad de la sociedad actual para asumir e integrar el hecho de la muerte, y la del hombre actual para aproximarse al enfermo terminal y acompañarle en sus angustias y sufrimientos. "Las súplicas de los enfermos muy graves, que alguna vez invocan la muerte, no deben ser entendidas como expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; éstas, en efecto son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia y afecto. Además de los cuidados médicos, lo que necesita el enfermo es el amor, el calor humano y sobrenatural con el que pueden y deben rodearlo todos aquellos que están cercanos, padres e hijos, médicos y enfermeras".

Razones para un cambio de perspectiva.
¿Qué ha sucedido en el espacio de veinte años para que la palabra "eutanasia", que era aún tabú durante el proceso de Lieja, sea hoy exigida con naturalidad y se afirme con énfasis que el individuo no sólo tiene un derecho de la vida, sino también a la muerte, que se contrataría en la admisión de esa práctica? Son varios los factores que han influido en este importante cambio de mentalidad y de sensibilidad.

Uno de ellos es el progreso de la medicina y en concreto en sus técnicas de reanimación. Hoy, los médicos, mediante el recurso a sofisticadas terapias, pueden prolongar de una forma irracionable y desproporcionada el proceso de muerte de un paciente.

Hace algunos años solía citarse, como ejemplo histórico de encarnizamiento terapéutico, el caso de la muerte del ex presidente norteamericano Truman. Sin embargo, posteriormente, y en un crescendo del enseñamiento médico, se han citado los casos de Franco, Tito y Bumedian. Las técnicas de reanimación consigue salvar la vida de víctimas de accidentes cardiovasculares, de tráfico, de complicaciones de anestesia..., pero con unos costes extraordinarios: son personas que pueden seguir viviendo, pero cuya corteza cerebral ha quedado seria e irreversiblemente dañada. Sobreviven en una existencia meramente biológica, con absoluta capacidad para establecer relaciones intrapersonales con los demás.

Otras causas influyen en la mayor aceptabilidad social del hecho de la eutanasia:

Los altos niveles de secularización de nuestra sociedad.

El rechazo de una moral heterónoma y la afirmación: " únicamente el hombre es juez de sí mismo".

El respeto hacia las opciones que cada individuo pueda tomar en relación con su propia vida.

La falta de integración de la muerte dentro de los esquemas culturales de nuestra sociedad.


EJEMPLO DE TESTAMENTO SOBRE EUTANASIA
(TESTAMENTO VITAL).

(Manifestación de voluntad sobre el final de mi propia vida)

Yo........................................................................., con D.N.I.no..................................., mayor de edad, con domicilio en

en plenitud de mis facultades mentales, libremente y tras prolongada reflexión, DECLARO:

Que, si llego a encontrarme en una situación en la que no pueda tomar decisiones sobre mi cuidado médico, a consecuencia de mi deterioro físico y/o mental, por encontrarme en uno de los estados clínicos enumerados en el punto 4 de este documento, y si dos médicos independientes coinciden en que mi estado es irreversible, mi voluntad inequívoca es la siguiente:

1.Que no se prolongue mi vida por medios artificiales, tales como técnicas de soporte vital, fluidos intravenosos, fármacos o alimentación artificial.

2.Que se me suministren los fármacos necesarios para paliar al máximo mi malestar, sufrimiento psíquico y dolor físico causados por la enfermedad o por falta de fluidos o alimentación, aún en el caso de que puedan acortar mi vida.

3.Que, si me hallo en un estado particularmente deteriorado, se me administren los fármacos necesarios para acabar definitivamente, y de forma rápida e indolora, con los padecimientos expresados en el punto 2 de este documento.

4.Los estados clínicos a las que hago mención más arriba son: Daño cerebral severo e irreversible. Tumor maligno diseminado en fase avanzada. Enfermedad degenerativa del sistema nervioso y/o del sistema muscular en fase avanzada, con importante limitación de mi movilidad y falta de respuesta positiva al tratamiento específico si lo hubiere. Demencias preseniles, seniles o similares. Enfermedades o situaciones de gravedad comparable a las anteriores.


5.Designo como mi representante para que vigile el cumplimiento de las instrucciones sobre el final de mi vida expresadas en este documento, y tome las decisiones necesarias para tal fin, a:



Nombre del representante .........................................

D.N.I.............................

6.Manifiesto, asimismo, que libero a los médicos que me atiendan de toda responsabilidad civil y penal que pueda derivarse por llevar a cabo los términos de esta declaración.

7.Me reservo el derecho de revocar esta declaración en cualquier momento, en forma oral o escrita.

Fecha........................ Lugar.........................

Firma....................................

TESTIGOS:

1. Nombre................................................. DNI..............

Firma.................................

2. Nombre................................................. DNI..............

Firma..................................

REPRESENTANTE:

Firma................................................................

Fecha.................




Fuente: Asociación Derecho a Morir Dignamente. Apartado 31.134 - 01060 MEXICO DF.



Conclusión
La prohibición absoluta de matar a los enfermos es, para todos, una fuerza moral maravillosa e inspiradora, que nos salva a todos, pacientes, médicos y sociedad, de los efectos perversos de la compasión. De ella nace la medicina paliativa. Prestar servicios al moribundo, acompañarle en sus últimos días con los auxilios de la medicina paliativa es una acción humanamente excelente y de alta calidad profesional. Pero matarle es robarle uno de los momentos estelares de la vida: una buena muerte completa la vida, la buena muerte es una de las experiencias más importantes que se nos dan.

Hace algunos años, Simone Veil afirmaba, con motivo de la prestación de un proyecto de ley a favor de la eutanasia en la Asamblea Nacional francesa, que el verdadero problema de la eutanasia "está en humanizar la muerte en el hospital, donde muere gran parte de la gente, y de hacer aparecer una sensibilidad nueva". En una línea similar, Mons. Eichegaray decía que "tenemos que redescubrir el sentido de la muerte, sin disfraces... La forma como una civilización afronta la muerte en el horizonte de la vida es un criterio decisivo de su respeto a la muerte"; "la gente tiene necesidad de cosas muy distintas que de terapias, por muy refinadas que sean... No sabemos cómo comportarnos ante un moribundo, si no es realizando gestos mecánicos... Hemos olvidado actitudes tan simples como la disponibilidad y la escucha silenciosa".

Son dos textos importantes y que resumen el verdadero trasfondo de la problemática de la eutanasia. Una sociedad que no sabe integrar con naturalidad y humanidad la muerte no sabe cómo tratar y apoyar a sus enfermos y moribundos, es incapaz de descubrir el hondo sentido humano que puede tener el hecho del morir. En los últimos años se ha creado una intensa conciencia de que hay que revisar la forma de morir de la sociedad actual. Se hace necesario crear una sensibilidad nueva y reintroducir el hecho de la muerte en nuestras coordenadas vitales. Creo que éste es el auténtico camino para abordar toda la grave problemática de una civilización que ha aprendido muchísimas cosas, pero que ha olvidado cómo poder morir humanamente.

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