jueves, 8 de octubre de 2009

"NOS AHOGAMOS EN LA IGNORANCIA" por Giovanni Sartori



Ya hace mucho tiempo que la teoría de la democracia emprendió una carrera hacia delante. Avanza hoy, avanza mañana; la divergencia entre la «democracia avanzada» invocada y preanunciada sobre el papel y el «día a día» de las democracias reales en las cuales vivimos se ha convertido ya en una divergencia astronómica. Llegados a este punto la democracia que se nos presenta y promete se llama «ciberdemocracia» o, menos crípticamente, democracia electrónica, es decir, un autogobierno de los ciudadanos realizado vía ordenador, lo cual abre las puertas a su ejercicio directo del poder, un ejercicio de poder que a su vez se traduce en su prácticamente infinita libertad.Pero la realidad —como ya he subrayado anteriormente— es que el ciudadano capacitado para ser tal está en vías de extinción, y el demo-poder se está convirtiendo en demo-impotencia. Porque un pueblo soberano que no sabe nada de política ¿es soberano? ¿Qué puede nacer de la nada? Como mucho, ex nihilo nihilfit. O de otra manera: de la nada nace el caos.
En este libro no había hecho hincapié en la abismal y creciente ignorancia de los pueblos de nuestra época. La he dado por conocida, limitándome a afirmar que la base de información y conocimiento del demos es de una pobreza cada vez más alarmante (vid. supra, pág. 127). Pero corno los demo-ditirámbicos hacen corno si nada y evaden el problema, estará bien que yo insista en ello. El profesor Hirsch publicó en 1987 un libro titulado ulturalLiterauy en el que se proponía, entre otras cosas, un test de treinta y ocho preguntas pensadas para averiguar los niveles de literacy, de cultura elemental. No lo transcribo aquí porque el test está hecho para un público americano. APero por qué nuestro Ministerio de Educación no prepara uno análogo para nuestras escuelas? Antes de prometer desk co mp uters, ¿por qué nuestros ministros de Educación no investigan el nivel del desastre? En Estados Unidos un cuarto de los estudiantes preuniversitarios (entre los dieciséis y los dieciocho años) creen que Roosevelt fue presidente durante la guerra de Vietnam, dos tercios no saben colocar cronológicamente su terrible guerra civil, y la mitad no sabe quién fue Stalin. En Italia no vamos mejor. Hace poco me cayó entre las manos una investigación promovida por el profesor Stefano Privato de la Universidad de Urbino. A quinientos veintisiete estudiantes de cuatro universidades italianas matriculados en cursos de Historia Contemporánea se les distribuyó un cuestionario realizado para averiguar qué saben los chicos de dieciocho años sobre la historia del siglo xx. El resultado es que la mayoría de los alumnos a los que se repartió el cuestionario no sabe qué es el New Deal o el Plan Marshall, se equivocan en tropel sobre la guerra fría y sobre la República Social, creen que Badoglio fue un jefe partisano, ignoran en qué fecha nació la República en la que viven; saben en cambio perfectamente quiénes son María Callas y Bob Dylan (reconocidos por más del 95 por ciento de los que contestaron; y todavía nos preguntamos quién hace la cultura juvenil). Todavía más interesante es la falta de pudor de los encuestados. En lugar de admitir que no saben, se lanzan sin vergüenza ni complejos a dar respuestas a tontas y a locas. Por ejemplo, hay quien cree que el Plan Marshall es «un plan para exportar opio a Francia». Sí, entran ganas de reír; pero más ganas entran de llorar.En 1997, durante más de seis meses, televisión, radio y periódicos hablaron cotidiana y abundantemente, en Italia, sobre los trabajos de la Comisión Bicameral, y por tanto sobre reformas institucionales verdaderamente cruciales para el futuro del país.
Y sin embargo, Mannheimer muestra (Corriere della Sera del 10 de noviembre de 1997) que la mitad de los italianos ni siquiera saben que ha existido. Sólo el 2,8 por ciento indica con exactitud que los trabajos de la Comisión Bicameral acabaron en junio; sólo un 2 por ciento (que ha descendido posteriormente al 1,4 por ciento) declara conocer bien los proyectos de reforma que se estaban discutiendo; mientras que una tercera parte del grupo encuestado salió del paso diciendo que de la Bicameral sabía poco (lo cual en encuestas de este tipo quiere decir que no sabe casi nada).
Tampoco vamos mejor con Europa. También según Mannheimer, en ningún país europeo el porcentaje de los que dicen saber mucho del tema es superior al 5 por ciento. ¿Pueblo soberano? Venga ya, intentemos ser serios. Estos datos son escalofriantes. Silos problemas europeos y de Europa fuesen decididos por la democracia electrónica, el 5 por ciento de las personas competentes sería fulminantemente aplastada por una avalancha (el 95 por ciento) de ignorancia. También es evidente el efecto negativo del tele-ver en la cultura escrita, en la cultura basada en la palabra.
En 1998 casi el 65 por ciento de los italianos declararon que nunca leen un libro, mientras que un 62 por ciento admite que nunca lee nada, ni siquiera periódicos deportivos o revistas de cualquier tipo. El último censo estadounidense de 1986 no era menos desalentador: resultaba que 70 millones de americanos adultos eran analfabetos. E investigaciones más recientes muestran que 106 millones de americanos no saben leer, en el sentido de que leen mal. Y los datos subdivididos por clases de edad son todavía más preocupantes. En Italia (en 1998) sólo el 18 por ciento de los jóvenes entre los quince y los veinticuatro años compraba un cotidiano. Por tanto, más del 80 por ciento de losjóvenes sabe de política —si quiere— solamente en términos de vídeo-política, lo que es corno decir que, en términos de entender, no sabe nada del tema.
Pasando al terreno de lo frívolo —pero es un frívolo que dice mucho— alguien se acuerda de que en los buenos tiempos de Lascia o Radoppia? (ESe planta o dobla?) de Mike Bongiorno los concursantes del programa estaban formidablemente preparados (en los temas elegidos por ellos)? Hoy día ese tipo de programa ya no sería posible por falta de materia prima. Actualmente los concursantes que se ponen a prueba en adivinanzas confían en la buena suerte y piden la «ayudita». Y, corno escribe Aldo Grasso (corriere della Sera del 24 de enero de 1999), «no saben quién es Leopardi [...1 quién es Fígaro [...] quién es Mahoma, quién es Gagarin. No saben nada de nada, son de una ignorancia abismal». Y sin embargo, comenta Grasso, «estos concursantes [...] seguramente han ido a las escuelas superiores, poseen teléfono móvil, demuestran su familiaridad con los llamados Vip del vídeo».
Precisamente, el universo de su «familiaridad» es solamente lo visto-en-vídeo: estos concursantes son perfectos ejemplares de vídeo-niños. ¿Basta con esto? Ya que estoy puesto voy a picotear, para acabar bien, en una desordenada pila de recortes americanos que he ido acumulando a lo largo de los años. ¿La Carta Magna? Ochenta y cinco de cada cien estudiantes se preguntan turbados qué es. ¿Los nazis? Uno de cada tres no sabe. ¿Cuándo nació Cristo? Cuatro estudiantes de cada diez ni siquiera caen en que la respuesta está dada por el calendario que usan (y por tanto demuestran que no saben que ellos cuentan y distribuyen los años «antes de Cristo» y «después de Cristo»). Y un conjunto de quinientos estudiantes contesta sobre los nombres propios que se citan a continuación equivocándose en los porcentajes que se indican al lado: Dickens (86 por ciento), Marx (49 por ciento), Einstein (54 por ciento), Gandhi (60 por ciento), Mussolini (50 por ciento), Van Gogh (54 por ciento), Eisenhower (55 por ciento). El político que más se salva es Churchill (con sólo un 24 por ciento de respuestas equivocadas). Pero el triunfador absoluto es Babe Ruth, obviamente un famosísimo jugador de basebali: el 97 por ciento sabía perfectamente quién era.
Tomadas de forma aislada, ninguna de estas lagunas es importante. Pero el conjunto revela un vacío cultural y de información que deja horrorizado. ¿Los «directistas» (vid. supra, págs. 129-132) que nos proponen al ciudadano autogobernante saben de qué están hablando?

1 comentario:

Profundistas dijo...

Gran espacio crítico y constructivo, compañero. Desde nuestro rincón poético-político también tratamos de abrir una conciencia racional y alternativa. "Nos hundimos en la ignorancia", nada más cierto. Menester es construir colectivos pro-activos, espacios de autonomía con capacidad de plantear nuevas vías, hacer de las ideas algo tangible, educativo.
Lo importante es no claudicar ante este desafío.


E. Lapuente.