lunes, 8 de marzo de 2010

"UNA MANO" por Darío Yancán.


Un coup de dés jamais n'abolira le hasard.
Sthefane Mallarme


Sin notarlo, casi desprevenido, había intentado hallar un recuerdo como un acto más de reivindicación. Varias veces había estado tentado de esbozar un explicación porque nunca había podido olvidar la partida, nunca había sabido los motivos de la misma. Pero sin tener la causa es inútil la solicitud de disculpas.

Sin haber reparado en las posibilidades de la tecnología, había tipeado un nombre como keywords que le permitiera hallar donde enviar el telegrama. Como es sabido, las disculpas sin decirlas a la cara, carecen de sentido.

De manera impensada, el “enter” dado fue nada más que dados al aire, fue una elección del azar. Y esa tirada, de un segundo, le cambió inesperadamente el destino. Enterró lo homónimo, le presentó a LA HOMÓNIMA.


Había contado con un fundacional guiño del azar.

Y el azar le presentó un extenso listado de homonimidades del cual nunca le pudo dar explicaciones. Buscó, rastreó, se esperanzó hasta ese momento en hallar lo buscado. El cursor realizó lo ascendente y descendente por reiteradas veces. Recorría el listado pero a esa altura, sin objetivo preciso y con el olvido de aquello que lo llevo hasta ahí. Nada le era significativo…

A punto de cerrar la pestaña, lo tomaron desde algún lado impensado, de la mano. Lo tomaron con una mano ajena, venal, fina. Una mano con firmeza sutil. Una mano con profunda irrespetuosidad.

Miró a ambos lados, arriba, abajo, atrasdelante… tardó en descubrir que aquella mano que le tomaba la suya, lo asía desde adentro suyo. Y ya no se retiró del espiro de seducción. Se dejó y jugó todas sus cartas a Ella, por Ella, a por Ella.

Nunca había reparado en el poder de sus manos hasta el día que esa mano le extrajo una contractura que acarreaba de tiempos idos. No conocía la profundidad de su tacto. Del tacto de su cuerpo y del de Ella. Descubrió el mundo que se extiende tras las yemas de sus dedos, tras su tersura, tras el tacto de su aliento.

Y la tomó, de la mano, del cuerpo, para palpar su totalidad. Palpo sus prolongaciones y sus concavidades. Palpó su cabello y sus pliegues, su humedad y sus oquedades. Y transformó esa anominada lista de nombres en una mujer definida. Tan definida como inesperada.

Y de la mano extrajo posibilidades, premuras y miedos. Extrajo promesas y sonrisas olvidadas. Se extrajo el mismo. Creo que había estado aprisionado entre dedos de otras manos que lo retenían en la monotonía. Esa otra mano podía abrir otras puertas, opuestamente diferentes. Esas puertas que sin sus manos no había sabido abrir.

Se hicieron manos complementarias, se hicieron mutuas. Porque la mano de Ella abrió las puertas de Él, y la mano de Él, las de Ella.

Así fue que ambos perdieron el temor a ver y cruzar puertas ahora abiertas.

- Qué habita tras tu entrada? - le preguntó.
- Habitan los restos de una vida pasada, de mi historia, de mi olvido.- le respondió.
- Ya están embalados…? – preguntó, corriendo el riesgo de la respuesta.
- Ya lo estaba todo, sólo me faltaba el motivo.- dijo terminantemente.

Y sin la menor duda, descolgó el teléfono y marcó el número de la empresa que trasladaría todo lo vivido a otro sitio y de lo cual, conservaría el recibo como prueba que alguna vez habían existido.

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