viernes, 10 de junio de 2011

"Cambios que duelen en el corazón" por Diana Kordon




He meditado largamente estas líneas, que tuvieron como disparador las declaraciones de Hebe Bonafini de que no iba a hablar de "pelotudeces".

Nosotros, y hablo en plural porque me siento parte de un colectivo, hemos acompañado durante los años duros de la dictadura a las Madres. Hemos querido y admirado su férrea lucha sin concesiones por la aparición con vida de los detenidos desaparecidos y por el juicio y castigo a los genocidas, su proceso de construcción de conciencia política y su anhelo revolucionario. Hemos aprendido una y otra vez de su coherencia entre el decir y el hacer, de su firmeza y su posición ética de sostener los principios.

Hace muchos años que hemos seguido otros caminos en la lucha por los derechos humanos y contra la impunidad. No obstante, seguimos valorando en Hebe su trayectoria, su política independiente de los gobiernos y su papel cuestionador.

Nada de nuestra historia nos exime de la responsabilidad sobre los hechos que producimos. Más aún, ella misma nos exige dar cuenta de ellos. La negativa a dar explicaciones al principio o la simple acusación a los "traidores" es un acto de soberbia y de desprecio hacia nuestro pueblo y hacia todos aquellos que hemos luchado siempre y seguimos siendo coherentes con esa lucha.

No reconocemos en la Hebe de Bonafini actual a aquella en cuyo ejemplo nos hemos nutrido. Por eso, es tan profundo el impacto subjetivo que nos atraviesa, fundado en el deseo de que esto no ocurriera, pero que, muy a pesar nuestro, la realidad nos lo impone una y otra vez.

Las palabras tienen sentido y significación, un valor simbólico. El pasaje de "Asociación" a "Fundación" marca el clivaje, confirma el cambio cualitativo en las definiciones y los proyectos de las Madres. La Fundación pasa a ser la pantalla de una gran empresa y Hebe, operadora de un gobierno. Este viraje nos diferencia y nos duele, y produce un profundo daño a la lucha por los derechos humanos.

Cuando ya es imposible ocultar el escándalo de los negociados y la corrupción que involucra a la Fundación Madres de Plaza de Mayo y al Gobierno, el montaje oficialista pretende circunscribirlo al ex apoderado de la institución. El caso Schoklender no es una "anomalía" en un proyecto que funcionaba a las mil maravillas. Constituye un verdadero analizador que permite visualizar la política de cooptación del gobierno de los Kirchner. A los efectos de conformar un escenario que le permitiera legitimarse, puso el foco en los organismos de derechos humanos y, muy especialmente, en Hebe de Bonafini. Para garantizarse gobernabilidad, Kirchner aterrizó en un movimiento al que siempre había ignorado; utilizó la lucha contra la impunidad y el reconocimiento nacional e internacional de las Madres y no vaciló en dividir el movimiento de derechos humanos.

La cooptación, basada en las necesidades y urgencias de los más desposeídos para manipularlas a favor de su pretendida imagen progresista, tiene como objetivo, además, favorecer a ciertas empresas y negocios y repartir cargos públicos, con fondos del Estado, a cambio de apoyo político. Este apoyo político exige silencios, algunos con nombre propio: Julio López, Luciano Arruga, Mariano Ferreyra, Roberto López, Bernardo Salgueiro y tantos otros que hubieran requerido la enérgica acción de las Madres.

El entramado económico entre el Gobierno y la Fundación, articulado por millonarios subsidios salidos de los ministerios K, revela que la simbiosis Kirchner-Bonafini no es solamente un acuerdo político, sino que la cooptación tiene una base material. Se incorpora a la Fundación Madres de Plaza de Mayo al grupo empresarial que se ha beneficiado durante este período. Esta empresa constructora no dudó en utilizar patotas para intimidar a quienes trabajaban en sus obradores.

No subestimo a Hebe. Cualquiera que la conozca sabe que es una mujer que tiene la lucidez de mirar el conjunto de los fenómenos que la rodean y que controla y maneja todo lo que ocurre en el ámbito de su liderazgo. Puede que no esté en el último detalle de alguna operatoria, pero la Fundación es una estructura que la cuenta como protagonista con claro poder de decisión. Evidentemente, queda un hiato sin asunción de responsabilidad que, dolorosamente, confirma un antes y un después.

En lo personal, como seguramente les ocurra de diferentes maneras a muchas otras personas en este momento, hubiera deseado no tener que escribir nunca esta nota.

La autora es coordinadora del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial (Eatip) y de Liberpueblo

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