domingo, 20 de mayo de 2012

"Tods las mañanas del mundo" por Tzvetan Tododrov.




Este texto fue publicado con el título "Tous les matins du monde" en el número especial de
Télérama dedicado a la exposición "Lumières ! un héritage pour demain" [¡La Ilustración! Una
herencia para mañana], organizada en la Biblioteca Nacional de Francia, cuyo encargado fue
Tzvetan Todorov.
El texto retoma las grandes líneas del último capítulo del libro L'esprit des Lumières [El espíritu de
la Ilustración] de este autor, publicado por el editor Robert Laffont en marzo de 2006.
¿Está el espíritu de la Ilustración siempre y en todas partes? Tres siglos antes de Jesucristo, en la
India, la razón se inmiscuye en la política; en la China de Confucio, florece el amor al saber; desde
1615, un pensador africano denuncia la esclavitud... Y, más tarde, en el siglo XIX, movimientos
ilustrados se diseminarán por todos los continentes. Si bien Europa no tiene el privilegio de esas
ideas, es su crisol. Lo que es más, la Ilustración es constitutiva de su propia identidad...
El espíritu de la Ilustración, tal como se le puede describir hoy en día, conlleva una característica
problemática: encontramos los ingredientes en épocas diversas, en todas las grandes civilizaciones
del mundo. Sin embargo, también se trata de un hecho histórico que tomó cuerpo en un momento
preciso, en el siglo XVIII, y en un lugar específico: Europa occidental.
El pensamiento de la Ilustración es universal, aun cuando no se le pueda observar en todas
partes y siempre. No se trata sólo de las prácticas que la presuponen, sino también de una toma de
conciencia teórica. Se encuentran sus rastros desde el siglo III antes de Cristo, en la India, en los
preceptos dirigidos a los emperadores o en los edictos que éstos difunden; o también entre los
"librepensadores" del islam en los siglos VIII al X; o durante la renovación del confucianismo bajo
los Song, en China, en los siglos XI y XII; o en los movimientos de hostilidad a la esclavitud en
África negra, en el siglo XVII y a principios del XVIII. Enumeremos, un poco al azar, algunos de
estos elementos de doctrina que provienen de las regiones más diversas.
Tal es el caso de las recomendaciones de tolerancia religiosa ligadas a la pluralidad de las
religiones practicadas en un mismo territorio: brahmanismo y budismo en India, confucianismo y
budismo en China, presencia de musulmanes, judíos, cristianos, zoroastras y maniqueos en lo que
se convirtió en las tierras del islam; o incluso, en Africa negra, la copresencia del islam y las
tradiciones paganas. En todas partes se comprueba -como se dirá con frecuencia en Europa en el
siglo XVIII- que la tolerancia es, para todos, preferible a la guerra y las persecuciones. Otra
exigencia, probablemente ligada a la anterior, se refiere a la necesidad de separar lo político y lo
teológico, el poder del Estado y el de la religión. Se desea que la sociedad de los hombres esté
dirigida sobre la base de principios puramente humanos y, por lo tanto, que el poder sobre la tierra
esté en las manos del Príncipe antes que en las de los intermediarios con el más allá.
Autonomía del poder político, autonomía también del conocimiento. Al igual que la idea,
presente en la India, de que el rey no debe someterse a la tradición, a los presagios o al mensaje de
los astros, sino que debe confiar únicamente en la investigación racional. O también la defensa, en
el siglo IX, por el célebre médico árabe Al-Razi, del saber estrictamente humano, derivado de la
experiencia y enmarcado sólo por la razón. En China, las numerosas invenciones técnicas
atestiguan una actitud de libre investigación en el campo del saber. Sucede lo mismo con los
progresos logrados en el mundo islámico por ciencias como las matemáticas, la astronomía, la
óptica y la medicina.
Otro rasgo igualmente difundido concierne al concepto mismo de la universalidad: la
dignidad igual de todos los seres humanos, los fundamentos universales de la moral y, por lo tanto,
la unidad del género humano. "No hay actividad superior a hacer el bien para el mundo entero",
declara el emperador de la India, Asoka, en el siglo III a.C. Este concepto de universalidad también
se convierte en el punto de partida de la lucha contra la esclavitud en Africa. En 1615, en
Tombuctú, Ahmed Baba escribe un tratado que aboga por la igualdad de las razas, negando así toda
legitimidad de las prácticas esclavistas.
Las manifestaciones que reúno aquí un poco arbitrariamente a partir de lo que consideramos
es el espíritu de la Ilustración europea desempeñan un papel más o menos fuerte, más o menos
durable. En la India, la recomendación dirigida al monarca de privilegiar la investigación racional en
detrimento de las creencias y las supersticiones es exclusiva para él y no se generalizará a toda la
población. Si hay una proximidad con la Ilustración, será esencialmente con lo que se llama el
"despotismo ilustrado". Los librepensadores musulmanes fueron severamente reprimidos a partir
del siglo X. El acercamiento más significativo se da con la enseñanza confuciana en China que tiene
que ver por principio con un mundo natural y humano, y que plantea como objetivo el
perfeccionamiento de la persona y como medios, la educación y el trabajo. No es casual que los
filósofos europeos del siglo XVIII expresen una simpatía particular por el "modelo" chino (del
cual, debe decirse, tienen una idea más bien aproximada).
Estos desarrollos múltiples atestiguan la universalidad de las ideas de la Ilustración, para
nada privativas sólo de los europeos. Sin embargo, es en Europa en el siglo XVIII donde este
movimiento se acelera y se refuerza; allí se formula la gran síntesis de pensamiento que se extiende
después a todos los continentes: primero a Norteamérica, luego por Europa misma, América Latina,
Asia y Africa. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿por qué en Europa y no en otra parte, por
ejemplo en China? Sin tratar de dilucidar esta pregunta difícil (las mutaciones históricas son
fenómenos complejos, con causas múltiples, incluso contradictorias), puede señalarse un rasgo
presente en Europa y ausente en otras partes: la autonomía política, la del pueblo y la del individuo,
al cual hay que dar un lugar en el seno de la sociedad y no fuera de ella (como podía ser el caso de
los "renunciantes" en la India, místicos en tierras islámicas, monjes en China). Lo propio de la
Ilustración europea es haber preparado la llegada de las nociones de individuo y democracia. Pero,
¿cómo explicar que esas ideas hayan podido prosperar precisamente en Europa?
También aquí la respuesta es compleja. Sin embargo, un hecho salta a la vista: Europa es
una y múltiple a la vez. Los hombres de la Ilustración al fin de cuentas tienen unanimidad al
respecto. Reconocen que las potencias europeas forman entre ellas una especie de sistema, que
están ligadas por el comercio tanto como por la política, que se refieren a los mismos principios
generales. No obstante, también son sensibles a las diferencias que separan a los países. Y con
justa razón: sacan provecho de esas diferencias.(1) El viaje y la estancia en el extranjero, más que
común, se ha convertido en indispensable. Antes de dedicarse a su gran obra, El espíritu de las
leyes, Montesquieu considera necesario recorrer Europa y estudiar las costumbres de los distintos
pueblos que allí se encuentran. Para completar su educación, James Boswell, jurista y escritor
escocés, se lanza a un gran viaje por Europa. En cuanto al príncipe de Ligne, mariscal de campo
austriaco, embajador en Rusia, escritor de lengua francesa, calculó haber hecho treinta y cuatro
veces el trayecto entre Bruselas y Viena y haber pasado más de tres años de su vida en coche: "Me
gusta mi condición extranjera en todas partes: francés en Austria, austriaco en Francia, uno y otro
en Rusia; es el medio para estar a gusto en todos los lugares y no ser dependiente en ninguno."
El país extranjero puede ser el lugar donde uno aprende así como donde uno escapa de las
persecuciones. Ningún país predomina definitivamente sobre los otros: el abate Prévost, Voltaire y
Rousseau vivieron en Inglaterra, Hume, Bolingbroke y Sterne en Francia, Winckelmann y Goethe
irían a Italia, Beccaria vendría a Francia. Por su parte, Voltaire, Maupertuis y La Mettris abandonan
Francia para ponerse bajo la protección de Federico II en Berlín. Diderot se va a aconsejar a
Catalina II en Rusia. La pluralidad es, en sí misma, fuente de beneficios: después de haber
comparado a ingleses, franceses e italianos, Voltaire concluyó que "No sé a cuál de las tres
naciones habría que dar la preferencia, pero dichoso es el que sabe percibir sus distintos méritos."
Sin embargo, no revela la razón de esa dicha.
Cabe decir que, en relación con otras partes del mundo, Europa se distingue efectivamente
por la multiplicidad de los Estados establecidos sobre su territorio. Si se le compara con la China,
cuya superficie es más o menos parecida, sólo puede uno asombrarse por el contraste: un solo
Estado aquí se opone a lo que son en el momento actual una cuarentena de Estados independientes.
En esta multiplicidad, que habríamos podido considerar una desventaja, los hombres de la
Ilustración vieron la ventaja de Europa. La comparación con China es la que les parece,
precisamente, la más iluminadora. Hume declara: "En China parece existir un fondo considerable
de civilidad y de ciencia de las cuales se habría podido esperar, a lo largo de tantos siglos, que
hubiese florecido algo más perfecto y más logrado de lo que ha surgido. Pero China es un vasto
imperio que habla una lengua única, regido por una ley única, unido por el mismo modo de vida."
Al contrario de lo que afirma el antiguo proverbio, ¡la división es la que hace la fuerza!
Hume es tal vez el primer pensador que ve la identidad de Europa no en un rasgo compartido por
todos (la herencia del Imperio romano, la religión cristiana), sino más bien en su pluralidad interior.
Queda por comprender en qué puede constituir una cualidad positiva la diferencia, una
característica de relación en sí misma negativa.
Los pensadores del siglo XVIII se enfrentaron a esta cuestión en distintos campos, y
aportaron respuestas matizadas. ¿Por qué la pluralidad de religiones es preferible a la presencia de
una sola? Porque la falta de opciones crea una posición hegemónica, que a su vez engendra
fácilmente el despotismo, mientras que la coexistencia de muchas religiones suscita la emulación y
engendra el interés. ¿En qué constituye una ventaja la pluralidad de las culturas? En que la
comparación favorece el espíritu crítico y permite quebrantar las reputaciones usurpadas. Si las
ciencias se desarrollan libremente en este continente -dice Hume- es porque "Europa es, de las
cuatro partes del mundo, la más parcelada". ¿Cómo hacer para respetar la pluralidad de opiniones y
opciones políticas en el seno de una república?, se preguntaba Rousseau. Construyendo una
"voluntad general" muy diferente de la "voluntad de todos", respondía: ya no una suma de voces
semejantes, sino una integración de las diferencias, incitando a cada uno a desprenderse de su
punto de vista particular y a pensar "poniéndose en el lugar de todos los otros seres humanos",
según los términos de Kant, lo que le permite actuar en nombre del interés común. La pluralidad es
preferible a la unidad por lo menos por tres razones: lleva hacia la tolerancia en la emulación,
desarrolla y protege el espíritu crítico libre, y facilita el desprendimiento de uno mismo llevando a
una integración superior de uno y de los demás.
La Ilustración es la creación más prestigiosa de Europa, y no habría podido ver la luz sin la
existencia del espacio europeo, a la vez uno y plural. Ahora bien, lo contrario también es cierto: la
Ilustración engendró a Europa tal como la concebimos en la actualidad. De tal manera, puede
decirse sin exageración que sin Europa no habría Ilustración, y también que sin Ilustración no
habría Europa.
Obras de Tzvetan Todorov traducidas y publicadas en español: casi todas las obras están
traducidas.
(1) V. René Pomeau, L'Europe des Lumières (París, Stock, 1991).
Traducción de Mónica Mansour (CPTI-IFAL)

No hay comentarios: